MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J.mmaza@belenjesuit.org
Destaco cuatro razones: Primero, entre 1773 y 1814 los jesuitas, la Iglesia y la sociedad vivieron transformaciones radicales difícilmente asimilables. Los jesuitas vivieron su supresión y las terribles penurias del exilio (1773); las dramáticas convulsiones de la revolución francesa y la era napoleónica (1789 – 1814); la extraña sobrevivencia en Prusia y Rusia bajo un rey protestante y una zarina ortodoxa y la aprobación de Pío VII (1814). Por lo menos, veinticinco exjesuitas perecieron a manos de la Revolución Francesa entre ellos el Beato haitiano Jaime Bonnaud. Segundo, a diferencia del renacimiento que, tanto la Iglesia como la Compañía asimilaron, la Ilustración, salsa en la que se cocinó la Revolución Francesa, quería destruir a la hija, la Compañía, para luego acabar con la madre Iglesia.
Tercero, al igual que amplios sectores de poder, ni la Iglesia ni la Compañía supieron distinguir entre la violencia de los revolucionarios y las justas aspiraciones humanas que animaban algunas de sus propuestas. La Iglesia y en gran parte la Compañía se atrincheraron en el caduco orden monárquico absoluto, contrario a toda constitución limitante, a la libertad de prensa, de reunión, de opinión y religión.
Cuarto, la Iglesia y jesuitas trabajaban por un estado confesional católico, garante de toda una serie de privilegios para el catolicismo e intolerante para cualquier otro credo.
Estos factores ayudan a comprender cómo los que luchaban por “Il Risorgimento” de Italia, Cavour, Mazzini y Garibaldi tenían como primer blanco a la Compañía de Jesús. Cavour escribió contra la educación jesuita: “¡Ay del país, ay de la clase que les confíe la exclusiva educación de la juventud! Si no fuera por esas afortunadas circunstancias que destruyen en una persona las lecciones de su infancia, ellos, en un siglo, hubieran creado una raza bastarda y brutalizada”. El patriota Mazzini comentó: — los cuervos negros me recuerdan los jesuitas–. Buscando la unidad italiana por los años 1859 – 1860, por doquiera que avanzaban las tropas piamontesas, los jesuitas eran expulsados. La Compañía perdió 57 establecimientos entre casas y colegios. En Francia, León Gambetta exclamaría: — el jesuita, he ahí el enemigo–. En 1871, durante La Comuna de París, 5 jesuitas fueron fusilados. Sin embargo, si grande fue el odio anti jesuita, mayor fue el auge y consolidación de la Compañía de Jesús en el XIX.