No existe una persona que haya sido tan mala que no se le conociera algún acto de bondad hacia otros seres humanos; actos que lo benefician de algún modo o son inherentes al hombre. Lo demostró recientemente José Antonio Figuereo, o Kiko la Quema, quien, a pesar de ser acusado de homicidios, robos, secuestros, sicariatos, microtráfico, extorsión, tráfico de armas, despertó la tristeza de muchos moradores de Cambita Garabitos, quienes lamentaron su muerte, ya que era “un hombre bueno” que los cuidaba.
Lo ha despertado en Haití, Guy Philippe, quien fue condenado por narcotráfico y estuvo vinculado al golpe de Estado en contra de Jean-Bertrand Aristide. Su regreso a Haití ha despertado la esperanza de muchos que esperan llegue a ser presidente. Tal vez por sus actos de bondad.
Pasa también en la política dominicana; políticos, funcionarios, legisladores, que, a pesar de haber cometido actos de corrupción reciben el agrado de la población, quienes los justifican bajo cualquier argumento por sus “actos de bondad”. Nos toca aprender que al delincuente no hay que justificarlo.