Cuarenta y cinco años después, como Neruda, “nosotros los de entonces, ya no somos los mismos”, ni es la misma universidad, la nuestra, la de la Amistad de los Pueblos, a la que han cambiado el nombre y no visitan ya los ojos morenos de aquella Olga casi adolescente, que se hacía mujer mientras moría la década de 1970. Era septiembre, estábamos en Moscú y, como siempre, llovía.
Cuarenta y cinco años después, al regresar a Rusia encontré orden, crecimiento económico, el orgullo nacional restablecido (después que aquellos duros años posteriores al fin de la Era soviética), pero todo a partir de lo que ahora llaman una democracia iliberal, término creado por Fareed Zakaria, para advertir que la democracia occidental “estaba cediendo a las reformas iliberales, que estaba erosionando los hilos que unían las tradiciones de la democracia y el liberalismo”. Y así ha ocurrido. Hoy, abundan los gobiernos que son democráticos pero no liberales, celebran elecciones con gran participación popular, pero afectan los derechos individuales, y el Estado no es capaz de proteger al ciudadano de los excesos, no solo del presidente iliberal, sino de los abusos de las mayorías democráticas.
Zakaria definió una Rusia que, aún sin Putin, no existía. Hoy, el régimen de Putin es una casi perfecta democracia iliberal con amplísimo apoyo popular. ¡Pero tened cuidado! La Rusia anterior a Putin era un gigante humillado y sin camino, con la economía por los suelos, hambrienta y desconsolada, más que un país famélico era un país vencido. Por el suelo, el orgullo imperial perdido, y la delincuencia rodando por la Plaza Roja.
Con sus prácticas iliberales, con Moscú como eje y escaparate mundial, -apoyado en un impresionante uso de la tecnología para facilitar los servicios sociales al ciudadano-, Putin hizo resurgir el orgullo nacional, pero al precio de establecer en los adoquines de la Plaza Roja, una democracia iliberal de manual. Pregúntenle a ChapGPT.
Ante el gran apoyo de los rusos al modelo Putin, surge la pregunta: ¿Se impondrá electoralmente la democracia iliberal en las democracias occidentales? ¿Continuará el desprestigio de la democracia liberal en nuestros países, como cada vez confirma la encuesta Latinobarómetro?
Tal pregunta solo pueden responderla Los hermanos Arriagada: “La Plaza Roja desierta/, delante de mí/, Nathalie,/ tenía un lindo nombre mi guía”. O Tal vez se llamaba Olga, aquella estudiante de ojos morenos en cuyas caderas, como ocurre en Rusia, jamás se ponía el sol. Perdón por la nostalgia.