Cuando comencé a transitar en los caminos del desarrollo personal pronto entendí que el concepto de realidad es eminentemente perceptual. Que nuestra realidad es subjetiva y que el significado que damos a nuestras experiencias, limitándonos o potenciándonos, tiene mucho que ver con nuestra historia personal.
Se hace evidente en el ejercicio de la conducta humana que el concepto de ser víctima o victimario de una situación dependerá de quien te cuenta la historia, ya que dichos roles no son absolutos y que transitamos por ambos en el transcurso de nuestra vida.
Dicho en otras palabras, la vida está llena de situaciones complejas que pueden llevar a las personas a actuar como víctimas o victimarios en otras.
Hay muchas circunstancias que promueven el rol de víctima. Una de ellas es un entorno familiar disfuncional o abusivo, que puede predisponer a una persona verse a sí misma como una víctima.
Incluso si no se diera un apoyo emocional, el abuso físico o psicológico y la negligencia puede llevar a la internalización de una identidad de víctima. Esta percepción puede agravarse si en ambientes sociales como escuelas o lugares de trabajo prevalece el acoso o la discriminación.
Hay muchas circunstancias que promueven el rol de víctima
Por igual puede haber factores psicológicos como baja autoestima, depresiones o ansiedad que pueden incluir en la autopercepción como víctima. Estos estados pueden hacer que una persona se sienta constantemente amenazada o incapaz de defenderse, interpretando las acciones de los demás como agresiones personales.
La otra cara de la moneda es cuando las personas que han sido testigos o víctimas de comportamientos abusivos aprenden a replicar dichos comportamientos. Si el abuso o la manipulación se normalizan en un entorno, es probable que los individuos adopten estos comportamientos como medios aceptables para interactuar con los demás.
No podemos dejar de mencionar la exposición continua a la violencia y la agresión, en los medios de comunicación, factores que pueden llevar a la desensibilización, donde la empatía hacia los demás se reduce significativamente. Esta deshumanización facilita el acto de infligir daño sin remordimiento, ya que la víctima es percibida como menos que humana.
La cultura y la sociedad juegan un papel crucial en la formación de las identidades de víctima y victimario. En culturas donde la violencia y la agresión son glorificadas, o donde las desigualdades de poder son marcadas, es más probable que se reproduzcan estos roles.
Las circunstancias que llevan a una persona a actuar como víctima o victimario son multifacéticas y complejas pues normalmente se efectúan de manera inconsciente. El comprender estas dinámicas es esencial para abordar y prevenir comportamientos abusivos y para fomentar entornos que promuevan la equidad y el respeto mutuo.
Solo a través de la introspección, la educación y el cambio cultural se puede reducir el ciclo de victimización y victimario, permitiendo a las personas construir relaciones más saludables y justas.
Ahora detente y pregúntate tú cómo cuentas tu historia, ¿Cómo víctima o como villano?
La autora es Entrenadora Internacional en PNL