Al llegar a los 20 años de la culminación de las negociaciones del DR CAFTA, recuerdo con nostalgia ese un grupo de jóvenes entre los que me encontraba, liderados por mi querida doña Sonia Guzmán, en ese momento Secretaria de Estado de Industria y Comercio- y quisiera hacer una reivindicación a esa proeza política, que aún no se valora en su justa medida.
En mi opinión, ese acuerdo ha sido el motor de las más importantes transformaciones en materia de comercio, servicios e institucionalidad que ha tenido el país en los últimos 50 años.
¿Cómo surgió la idea de un Tratado de Libre Comercio entre la República Dominicana y Estados Unidos?
La globalización había abierto un nuevo panorama en los años 2000, donde cada nación buscaba integrarse a bloques comerciales para competir a nivel global. La República Dominicana creía en la integración en materia comercial. Ya había suscrito acuerdos de libre comercio con los países del Caricom y de Centroamérica; además participaba activamente en la creación del área de libre comercio de las Américas (ALCA).
En ese espacio justamente se dieron las conversaciones iniciales de Estados Unidos con Centroamérica y la República Dominicana no se incorporó. Un análisis posterior le llevo a entender que procurar un Acuerdo con los Estados Unidos era una oportunidad no sólo para mejorar las relaciones comerciales, sino evitar la fuga de inversiones, atraer nuevas, además de reforzar su marco institucional y promover la transparencia.
¿Cuáles fueron los principales retos en las negociaciones del DR-CAFTA?
El primer reto fue lograr que el país participara como un socio igualitario en lugar de simplemente ‘adherirse’ al acuerdo que venía gestándose con los países de Centroamércia. Esto implicaba obtener condiciones de negociación propias y convencer a Estados Unidos para abrir un espacio negociador real. Estuve en Washington cuando se produjo la reunión en la Casa Blanca entre los presidentes de entonces, Hipólito Mejía y George W.Bush, ambos compartían un estilo campechano y poco protocolar que permitió que se impusiera una solución pragmática a lo que el Departamento de Estado consideraba difícil de acometer: Negociar de forma independiente un acuerdo y luego convertirlo en multilateral sin hacer “docking”. Para los presidentes Mejía y Bush eso era algo sencillo: República Dominicana tenía que llegar “together” con los Centroamericanos.
Una vez superada la decisión política, vino el arduo trabajo técnico y el desafío de los sectores empresariales y productivos de apoyar con sus conocimientos e inquietudes a los negociadores. Este valioso ejercicio sirvio de base para las negociaciones que meses despúes se iniciaron con la Unión Europea. Se logró articular una dinámica de consultas, soporte técnico, mejora de información y datos que, aunque no estuvo exenta de conflictos y debates, colocó al sector público y privado dominicana en un mismo lado.
Años después me tocó dirigir el Consejo Nacional de Competitividad y articular, con base en el DR-CAFTA, el Plan Nacional de Competitividad Sistémica, una acabada hoja de ruta para mejorar la competitividad de los sectores industrial, agrícola, turístico, en base al fomento de Clusters. Esa nueva visión de cooperar para competir, nos legó grandes transformaciones en el aparato productivo nacional y en las instituciones que se crearon o reformaron para brindarle acompañamiento.
De allí salieron iniciativas legislativas como la Ley de Competitividad e Innovación Industrial, la Ley General de Sociedades Comerciales, la creación de una Red Nacional de Transporte Terrestre, La Ley de Aduanas (que vino a aprobarse casi 15 años después), Ley de Reestructuración Mercantil y Ley General de Defensa de la Competencia.
¿Cómo ha impactado el DR-CAFTA más allá del comercio y la inversión?
A nivel de gobierno, se mejoró la gestión tributaria tanto a nivel de las aduanas como de impuestos internos, se aprobó una ley de compras y contrataciones públicas. Temas largamente pendientes iniciaron su debut en la agenda nacional y todavía hoy son considerados relevantes. Hablo de la innovación, la competitividad y la promoción de exportaciones. También el país comenzó a articular a nivel institucional mecanismos para velar por la calidad, la protección al consumidor y la competencia. El eterno reclamo de contar con una visión país y con una estrategia clara que sentara las bases del desarrollo a largo plazo, se materializó en el año 2010 cuando se promulgó como ley, la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Todo esto puedo asegurar, sin temor a equivocarme, vino impulsado, presionado o determinado por el DR-CAFTA.