En ocasiones, algún predicador afirma: “La meta del cristiano es llegar a ser cristiano”. En efecto, el anhelo de un verdadero cristiano es parecerse más y más a Cristo; ser semejante a Él en su santidad, sus buenas obras y el cumplimiento cabal de la voluntad de Dios.
San Pablo sentía esta gran urgencia. Lo dijo de este modo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
El Apóstol demostró sumo interés en llegar a ser como Cristo. Con la mira puesta en el cielo, seguía adelante en santo deseo, esperanza y esfuerzo constante. El premio no es la vida eterna, pues esta es la dádiva o el regalo de Dios en Cristo Jesús, pero allí hay galardones por cumplir fielmente el ministerio al que un cristiano fue llamado.