Al iniciarse el mes de febrero, de tantos significados patrióticos para los dominicanos, uno de los suyos coronó una larga historia de lo que la psicología moderna reconoce como resiliencia, que es la capacidad de convertir en fortalezas las debilidades hasta lograr el éxito destinado a los individuos persistentes en sus objetivos.
José Luis Corripio Estrada (Pepín) fue incorporado al Comité para América de la Fundación Pro-Real Academia de la Lengua Española durante un acto encabezado por el Rey de España, Felipe VI, en el palacio de El Prado, en Madrid.
Don Pepín, con su enorme contribución a la cultura dominicana, ha demostrado que la riqueza material no es incompatible con la espiritual e intelectual. Ambas condiciones, antes que polarizarse, se complementan.
La enciclopedia virtual más socorrida nos recuerda que Corripio Estrada nació en Asturias, en 1934, como hijo único del matrimonio formado por Manuel Corripio García y Sara Estrada, una familia humilde de España que emigró a la República Dominicana cuando este era solo un niño, huyendo de la guerra civil.
El padre del niño Pepín inició en la patria de Duarte, Sánchez y Mella una actividad comercial que creció y se diversificó deviniendo en el Grupo Corripio, una de las principales corporaciones empresariales de la República Dominicana, con 12,000 plazas de trabajo.

Un elemento importante a destacar en los éxitos del empresario incorporado al Comité para América de la Fundación Pro-Real Academia Española es que rompe un mito pernicioso en la cultura dominicana que promovía el criterio de que el hombre de negocio no podía compartir sus actividades con inquietudes intelectuales como las letras, las artes y la literatura.
Quien calza estas líneas ha tenido la honra de escuchar del icónico empresario su testimonio de vida, del cual extraigo la idea de que sus logros surgen de la resiliencia que sintetiza la llaneza, humanismo y laboriosidad como características no contradictorias de su personalidad.
La misma composición de la pléyade de personalidades que acompaña a Corripio en el comité es una evidencia de lo enunciado más arriba. De ese grupo forman parte los expresidentes latinoamericanos, Ernesto Zedillo, Ricardo Lagos y Julio María Sanguinetti, junto al español Felipe González. También, los laureados escritores Mario Vargas Llosa y Sergio Ramírez.
Otros que integran el comité son Nuria Minalova, la ex secretaria general iberoamericana Rebeca Grynspan, costarricense, y los embajadores Ana Teresa Ayala, Marlon Brevé, Joaquín Maza Martellí y Juan Bolívar Díaz, de Uruguay, Honduras, El Salvador y República Dominicana, respectivamente.
Es justo valorar que el objetivo del comité en el que participa el empresario José Luis Corripio Estrada es “servir de guía y asesoramiento en la detección de oportunidades que ayuden a seguir impulsando y dando visibilidad a la acción de la Real Academia Española y de las academias nacionales de la lengua española en su misión de velar por el cuidado en la evolución del español”.
Los intelectuales influenciados por los viejos mitos que hacían entender que la poesía y el intelecto eran asuntos de soñadores alejados del mundo empresarial, deberán entender cuán equivocados han vivido. El pan y la palabra son almas de un mismo cuerpo. Es necesaria su armonía para llenar la vida de sentido y belleza. No hay que mal interpretar la sentencia del maestro de Galilea cuando expresó que “no solo de pan vive el hombre”. La resiliencia se produce como combinación de los dos elementos.