Lía María Gómez Feliz tenía 19 años. Acababa de recibir un reconocimiento del Congreso Joven, tras su brillante desempeño como diputada juvenil por la provincia Barahona.
Ese mismo día, 7 de abril, por invitación de su mejor amiga Gabriela Tejeda y su familia, acudió a la discoteca Jet Set para ver la presentación del merenguero Rubby Pérez.
Estaba feliz, no solo por la condecoración que había recibido o por ver a Rubby Pérez junto a su mejor amiga, sino porque en una semana estaría cumpliendo sus 20 años.
“Viviendo los 20”, fue uno de los últimos mensajes que Lía María escribió a su familia por un grupo de WhatsApp, junto a una foto de las manos de ella y su amiga mostrando los brazaletes de la fiesta.
Horas después, ocurrió la tragedia que cobró 236 vidas, incluyendo la de Lía.
Allí también falleció su mejor amiga, Gabriela Tejeda Castaños; sus padres, Cristian Tejeda y Laura Castaños; su tía, Karina Yulissa Tejeda, quien estaba junto a su hija María Fernanda Guzmán Tejeda.
A su corta edad, Lía había iniciado un legado marcado por el compromiso social con su comunidad y su vocación de servicio, lo que la llevó a colaborar con organizaciones sin fines de lucro para ayudar a niños de escasos recursos.
Mientras estudiaba Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), impartía clases de ballet en una escuela de Barahona, y se desempeñaba como voluntaria regional y secretaria de comunicaciones del Club Liderazgo Educativo de la Regional 01 en Barahona para el Programa de Liderazgo Educativo del Ministerio de Educación (PLERD).
Participó en el programa Modelo de las Naciones Unidas (MUN), lo que incluyó un viaje a la ciudad de Boston, Massachusetts, en Estados Unidos, para aprender sobre el mundo de la diplomacia y las relaciones internacionales.
Lía era una joven determinada, que se preparaba para lograr su gran objetivo en la vida: convertirse en embajadora plenipotenciaria del país en el exterior.
Su padre, Edgar Gómez, en una visita a las instalaciones del LISTÍN DIARIO, habló sobre las cualidades que definían a la mayor de sus hijos, describiéndola como una hija, amiga, nieta y compañera de estudios extraordinaria.
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“Desde muy pequeña le encantaba colaborar con todo el mundo, y según fue creciendo se inclinó mucho por la parte de colaboración y emprendimiento. Y bueno, en los últimos años de su vida precisamente se dedicó a eso, a colaborar con fundaciones sin fines de lucro para ayudar a niños”, declaró Edgar Gómez.
Tomando pausas para tratar de contener las lágrimas, el padre de Lía comentó que otra de las facetas de su hija era el emprendedurismo. Junto a su hermana fundó una pastelería, con la que demostró sus habilidades en los negocios y su arte para la repostería.
“Lía era extremadamente rebelde, pero del lado positivo. A Lía había que explicarle las cosas, no era una joven con la cual se aburría rápido si tú no profundizabas en las conversaciones con ella. Era brillante, obstinada en ser excelente en todo lo que hacía, pero disfrutaba el trayecto, porque amaba todo lo que hacía. Emprendedora, desde joven aprendió a emprender, la ayudamos a emprender, le enseñamos a emprender. Cariñosa, amorosa, leal, leal hasta la muerte con todo el mundo que ella amaba”, comentó Edgar sobre su hija.
Gómez se quitó los lentes para limpiarse las lágrimas, respiró y continuó detallando sobre la manera en la que su amada Lía defendía su criterio, de una forma firme y muy fuerte, pero siempre respetando las divergencias de ideas y pensamientos.
“Lía era una joven brillante”, expresó su padre a periodistas de este diario, tras agregar que no tiene un recuerdo que no sea grato junto a su hija.

Tras lo ocurrido en el Jet Set, Edgar no solo perdió a su hija, también a sus amigos, la familia que la acompañaba. Por esto, pide que se someta y se apruebe un proyecto de ley que establezca las revisiones de infraestructura, y que el gobierno demuestre que le importa la vida humana.
En busca de justicia manifestó que se querelló en contra de los propietarios del centro nocturno, pero que “no se trata de dinero, se trata de dignidad”.
Expresó su agradecimiento por todo el apoyo que ha recibido de las personas, pero reconoce que necesita la paz de Dios para afrontar el duelo de la muerte de su hija. “Paz para aprender a vivir con su ausencia, para aprender a vivir con su recuerdo”, dijo.
Lía era muy joven aún, faltaban experiencias por vivir, lugares que visitar, y un anhelo de su padre era ver a su hija culminar sus estudios universitarios, y poder estar presente el día de su graduación.
“No posponer nada con sus hijos, fueron 20 años que tuve a mi hija, me hubiese encantado ir a su graduación”, culminó entre lágrimas Edgar Gómez.