La vida es un regalo que hay que abrir todos los días. Es extraño, porque cuando recibimos regalos diarios dejamos de lado ese sentimiento de gratitud hacía algo que no esperábamos. Encontramos de comer y no agradecemos ese milagro maravilloso que nos da fuerzas; tenemos un empleo y no agradecemos el ser útil, nos levantamos de la cama y nos olvidamos de agradecer la fuerza y salud; tenemos familia y nos acostumbramos a ellos olvidando el decirles: “te quiero y estoy feliz de tenerte”; discutimos con alguien y el enojo nos separa del agradecimiento de entender que eso también es sentir, y sentir a veces se convierte en un milagro, en especial cuando vivimos una vida de rutinas.
Me toca despedirme de China con el corazón lleno de gratitud. Venir por tres meses con todo pago, conocer personas, lugares maravillosos, conocerme más a mí, ser feliz, darme cuenta que lo era e irradiarlo, fue un milagro. A veces también olvidé agradecer cada detalle y gesto, pero siempre se puede decir gracias China por regalarme y ponerme en el lugar que necesitaba, con las personas que necesitaba, cuando mi corazón así lo necesitaba.