Nos viene a la memoria un encuentro académico en el que participamos hace ya algunos años. El tema era el financiamiento de la educación. Y entre los puntos debatidos figuró el de si países subdesarrollados como el nuestro debían invertir en formar especialistas en diversas ramas profesionales, usualmente en centros de enseñanza foráneos, o si por el contrario los recursos económicos disponibles debían dirigirse a niveles educativos más generales, de tipo intermedio, vocacional y superior.
Entre los argumentos presentados por quienes optaban por la segunda alternativa estaba el criterio, que apoyaban con datos estadísticos, de que muchos de los que salían a estudiar al extranjero se quedaban allá y no regresaban a su país de origen. Y a eso añadían que gran parte de los que retornaban se encontraban con que no podían conseguir trabajo en sus áreas de especialización, viéndose forzados a emigrar o a dedicarse a labores que no se correspondían con los conocimientos que habían adquirido.
Quienes creíamos que la especialización debía tener un lugar en la asignación de los recursos, planteábamos que los profesionales de alto nivel educativo, aunque su número fuera pequeño, actuaban como un factor de expansión, abriendo caminos a nuevos sectores y ocupaciones, generando una dinámica que estimulaba el surgimiento de oportunidades distintas a las tradicionales, sin llegar al extremo de afirmar que la oferta siempre crea su propia demanda.
La evidencia posterior parece sustentar el punto de vista que sostuvimos en esa ocasión, siendo así que la dinámica a la que nos referíamos se verifica como resultado de la actuación de las fuerzas de los mercados, por vía de las ventajas competitivas derivadas de los procesos, tecnologías, operaciones y productos a los que pueden acceder las entidades que cuentan con dichos profesionales.
Recordamos ahora ese encuentro debido a la iniciativa del puesto de bolsa CCI en el sentido de conceder becas a jóvenes dominicanos sobresalientes que hayan sido admitidos en alguna de las más prestigiosas universidades extranjeras, en ramas afines a las actividades de la empresa, como son finanzas, matemáticas, contabilidad, derecho financiero y análisis de datos y negocios, cubriéndoles gastos de viaje, matrícula y estadía. Y en cuanto al riesgo de que ellos no retornen o no consigan trabajo, CCI lo subsana al incluir el compromiso de regresar al país y al tener un puesto para ellos dentro de su estructura organizativa. Los dos beneficiarios de este año irán a dos de las principales universidades inglesas – el Imperial College de Londres y la Universidad de Oxford.
Iniciativas de esa clase deben ser fomentadas, reconocidas y celebradas. CCI la ubica como parte de su responsabilidad social corporativa, y en su caso es probable que la vocación y experiencia de su presidente ejecutivo, en relación con el apoyo a programas educativos comunitarios, haya incidido sobre la decisión tomada por la empresa de efectuar esa valiosa contribución al desarrollo de nuestra nación.