Con la emisión de su octavo y último capítulo, la serie «Sin querer queriendo», disponible en HBO Max, se despidió del público con un mensaje emotivo y una mezcla de sentimientos entre la nostalgia, la gratitud y el anhelo de algo más.
La serie, producida por sus hijos Roberto y Paulina Gómez Fernández, se basa en las memorias de Roberto Gómez Bolaños, tituladas “Sin querer queriendo”.
A través de flashbacks y relatos, muestra cómo el creador de personajes entrañables llegó a la fama y los desafíos que enfrentó.
“Sin querer queriendo” se convierte en un homenaje familiar y entrañable que pone el foco en sus orígenes, sus miedos, su inseguridad como escritor, y su relación con Graciela Fernández, su primera esposa y madre de sus seis hijos.

La serie logra capturar con sensibilidad el rostro humano detrás del genio, aquel que durante décadas nos hizo reír, reflexionar y acompañó con su comedia blanca a millones de hogares en toda Latinoamérica.
La producción, protagonizada con gran acierto por Pablo Cruz Guerrero, quien habló públicamente de su casting, preparación diaria para parecerse a Chespirito y como estudió muy cuidadosamente al personaje, sobresale por su dirección de arte, ambientación de época y el extraordinario reparto que recreó con realismo tanto el mundo televisivo de los años 70 y 80, como la intimidad emocional del personaje.
El resultado es una serie cuidada, elegante, con ritmo narrativo y momentos conmovedores, como cuando vemos a María Antonieta de las Nieves en escena interpretando una secretaria, Edgar Vivar como un productor quien “bautiza” a Gómez Bolaños como el pequeño Shekaspeare – Chespirito- o al mismo Roberto Fernández (hijo de Roberto) como el papá de Chespirito.
Sin embargo, este acercamiento también deja huecos. Aunque es comprensible que el relato parta desde una visión íntima y familiar, el guion resalta bastante a Graciela, su apoyo a Roberto y lo comprensiva que fue durante las etapas de crecimiento profesional del creador.
Asimismo, aunque se abordan los inicios de “Los Supergenios de la Mesa Cuadrada” y el programa “Chespirito”, que incluía segmentos como “El Chavo del 8” y “El Chapulín Colorado”, no se profundiza tanto como muchos esperaban.
Es entendible, pues desde el inicio se planteó como una serie de solo ocho capítulos.
Aunque HBO Max ha dicho que la serie terminará aquí, muchos se preguntan si este cierre no es más bien una primera parte.
El último capítulo concluye en los años 80, sin adentrarse en su relación con Florinda Meza, con quien compartió más de tres décadas.
Si la producción decidiera continuar, ese sería un arco natural para una segunda temporada. No obstante, Meza se ha pronunciado en contra de cómo se le representa en la historia (aparece bajo el nombre ficticio de “Margarita”, ya que no cedió los derechos), lo que ha generado tensiones públicas entre ella y la producción.
También habría sido interesante ver con más profundidad el conflicto con sus personajes y los actores que los interpretaron.
Durante años hubo una disputa pública con María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina) y Carlos Villagrán (Kiko); este último tampoco accedió a participar en la serie, por lo que su personaje aparece bajo otro nombre.

En la historia se sugiere la rivalidad y deseo de protagonismo de Villagrán, aunque no conocemos del todo la versión de Gómez Bolaños debido al corte abrupto de la narración.
Lo cierto es que “Sin querer queriendo” cumplió con algo muy valioso: despertar la nostalgia de quienes crecieron con Chespirito y acercarlo a nuevas audiencias que no vivieron sus programas, pero que hoy entienden por qué sus personajes siguen tan vivos en la cultura popular.
Porque Chespirito no solo fue un comediante. Fue un símbolo, un puente generacional y un creador que, sin querer queriendo, hizo historia.
No por nada, los programas de Chespirito se transmitieron de forma ininterrumpida por más de 50 años en más de 90 países.