El otro día estaba en un supermercado muy conocido de Santiago y, señores… ir a un supermercado en estas fechas es toda una película.
Hay que andar bien alerta, pero más allá de eso, se viven muchas historias ahí adentro.
Vi personas muy organizadas, con listas y lapicero en mano, tachando cada producto encontrado. Pero también vi a quienes no tenían muy claro qué iban a comprar. Gente “encará”, sobre todo hombres; parejas tensas que no logran ponerse de acuerdo sobre qué producto elegir; niños que no entienden que hay un presupuesto que respetar y que se enamoran de cada cosita bonita que ven en las góndolas.
Y por otro lado, los cajeros. ¡Dios santo! En estos días deberíamos tener mucha más empatía con los trabajadores de supermercados y tiendas. La carga que llevan es enorme: atender a cientos de personas, cada una con su carácter, su prisa y personalidad. Hay clientes amables, sí, pero también muchos que les hablan mal, los miran por encima del hombro y los tratan con una falta de respeto casi impensable.
¿Quién piensa en los trabajadores? Ellos también tienen familia, tienen planes y sueños.
Si andas en la calle, por favor, sé más empático. Sal de tu casa con una idea clara de lo que necesitas, respeta el espacio de los demás, planifica con tiempo y actúa con cuidado. Los otros no tienen por qué pagar tu mal humor ni tus apuros.
Ojalá esta Nochebuena puedas compartir en familia, en paz. Que se dejen a un lado las diferencias, que ocupe el primer lugar la paciencia, el respeto y el amor. Al final, eso es lo verdaderamente importante.