Rafael Guillermo Guzmán Fermín
Carl von Clausewitz, pensador prusiano que revolucionó la teoría de la guerra, escribió una frase que tiene validez más allá del campo militar: “la guerra no es sino la continuación de la política por otros medios”; con ello quiso decir que toda acción estratégica -sea con armas o con ideas- tiene como finalidad alcanzar un propósito de poder.
En tal sentido, esta lógica se aplica completamente al ámbito político dominicano, visualizada en la lucha por el poder entre partidos como la Fuerza del Pueblo, el PLD y el PRM, quienes la libran, en esencia, en el terreno estratégico. Cada uno intenta posicionarse como fuerza dominante, no solo por su maquinaria electoral, sino también por la inteligencia estratégica y coherencia de su Dirección Política, demostrando que los postulados de Clausewitz continúan siendo útiles hoy como lo fueron en el siglo XIX.
El autor del tratado “De la guerra”, sostenía que la victoria no depende únicamente de la fuerza material, sino del espíritu moral, la cohesión interna y la claridad de propósito. Si llevamos esa enseñanza a la realidad dominicana, encontramos que los partidos más exitosos son aquellos que han sabido mantener su unidad estratégica, aún en medio de crisis, divisiones o derrotas.
Por ejemplo, el PLD, dominó la escena política por casi dos décadas gracias a su disciplina organizativa y una dirección centralizada que supo convertir la estrategia en cultura interna; sin embargo, perdió esa ventaja tras no considerar los tres elementos de la teoría de Clausewitz, el odio, el cálculo y la política; pues el predominio del odio puede distorsionar el cálculo político al priorizar la venganza sobre los criterios de la eficiencia, lo que podría impactar en las posibilidades de alcanzar acuerdos futuros.
Por su lado, la Fuerza del Pueblo, heredó parte de esa tradición, pero la ha adaptado hoy a un contexto distinto, en donde la “batalla política” se libra en las redes sociales, en la influencia sobre la opinión pública y el impacto en la conciencia de los votantes jóvenes. Este desafío, a la luz del pensamiento de Clausewitz, es fortalecer su unidad interna y definir con precisión su objetivo político principal, para evitar que las maniobras tácticas se conviertan en metas independientes.
En cambio, el PRM, representa un modelo estratégico distinto que surgió de una ruptura y supo consolidarse en el poder mediante una combinación de intensa campaña de marketing presidencial, basada en la narrativa del “cambio” y una maquinaria electoral eficiente. No obstante, como advertía Clausewitz, toda victoria táctica debe subordinarse a una estrategia duradera. La conducción política que no se sustente en visión de largo plazo corre el riesgo de perder el rumbo una vez alcanzado el objetivo inmediato, y es por ello, que actualmente el PRM luce haber perdido el pilotaje estratégico.
Otro concepto esencial de Clausewitz, la llamada “niebla de la guerra”, también se manifiesta en el ámbito político nacional, cuando los partidos operan en medio de encuestas contradictorias, alianzas cambiantes y campañas de desinformación que dificultan la percepción de la realidad. En esos escenarios de incertidumbre, el liderazgo político necesita lucidez, prudencia y dirección estratégica definida. No basta con reaccionar ante los acontecimientos, sino de poder anticiparlos.
El pensador prusiano señalaba que la guerra, así como toda estrategia, deben estar siempre subordinadas al objetivo político. Este principio resulta igualmente aplicable a los partidos políticos actuales. Es fundamental que factores como el cálculo electoral, la propaganda o la competencia interna no desvíen su atención del objetivo primordial de la actividad política, que es servir al pueblo, fortalecer los valores democráticos y contribuir a la construcción de una nación más justa y ordenada.
En este contexto, la experiencia reciente muestra que cuando la estrategia se convierte en el objetivo principal, los partidos tienden a fragmentarse, perder identidad y credibilidad. En cambio, cuando la Dirección Política actúa con visión, unidad y sentido de propósito, logra que sus seguidores -como los soldados de una causa justa- mantengan viva la esperanza del triunfo electoral.
Hoy, más que nunca, el pensamiento de Clausewitz invita a los líderes dominicanos a reconciliar la estrategia con la ética, así como el poder con el propósito, porque, tanto en política como en la guerra, solo triunfarán quienes saben por qué lucha y hacia dónde guían sus ejércitos.