Ser humilde no significa quedarse atrás, amar la pobreza o preferir una vida llena de limitaciones, que de ninguna manera es lo ideal. El mismo Jesucristo nos dice con claridad “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso”. De modo que la humildad de temperamento y del alma es lo que hace grande a un ser humano, sin perder nunca de vista que el crecimiento en lo material y lo social te ciegue y te haga renegar de tus orígenes.
Así tenemos que Leonel es un “wawawa” superado, que supo crecer y vencer las restricciones de su medio ambiente de vida para poner sus conocimientos y virtudes al servicio de los demás. Solo un “wawawa” conoce las limitantes y vicisitudes en que viven sus congéneres.
Quien nunca ha sido “wawawa” no podrá entender el entorno en que viven, y mucho menos comprender que todo se trata simplemente en darle una oportunidad a un “wawawa”.
Hablar o tratar de describir a Leonel en su dimensión política y humana es como tratar de establecer dónde empieza la línea del horizonte, cuando contemplamos el paisaje marino. Ser humano y ser político se confunden, se unen, se funden, se entremezclan, se complementan, pues ambos aspectos se impregnan y se intercambian, haciendo que el político sea más humano y el ser humano más político, para formar una unidad de propósito y un objetivo claro de vida.
ORÍGEN
El origen humilde de Leonel Fernández, nacido en el barrio de San Carlos y criado en Villa Juana, impregnaron su formación desde muy temprana edad, haciendo que este hombre, proveniente de la misma entraña del pueblo, sienta que sus mismas raíces lo llaman a abogar por los humildes, por los “wawawa”, por aquellos que no tienen voz ni tribuna que los defienda.
De ahí la exquisita sensibilidad social y humana de Leonel que lo hace identificarse con el sentir popular, con los de sus mismos orígenes, con los desheredados de la fortuna, cuya redención social de su clase se ha constituido en la gran misión de su existencia. Por eso en el ejercicio de gobierno no se le conoce discriminaciones contra algún grupo social en particular.
Veamos a Leonel como el ser humano que tuvo que irse a Nueva York con su madre, como miles de dominicanos lo hicieron antes y después de él, como tantos de los que estamos en los Estados Unidos, en el exterior y en la gran urbe neoyorkina. Hasta que la historia y el destino lo convocan a jugar su rol en el territorio que lo vio nacer. Por eso prefirió dejar el confort que brinda esta gran nación, y regresa a su país en una época en que salir del país era ya un seguro de vida.
Movido por sus profundas convicciones sociales y políticas, decide que su crecimiento como ser humano no estaba en quedarse en la gran nación norteña, pues no pensaba solo en su superación individual sino en la superación colectiva a través del aniquilamiento de la pobreza, el hambre, el atraso, el desempleo y el subdesarrollo. Esos ideales pudieron mas en el que, la seguridad individual que le proporcionaba los Estados Unidos de América.
Al llegar al país, no se asocia al poder de turno, sino que se va a la cera del frente, arrima su hombro a l os humildes, donde él entendía que en ese momento estaban los ideales de liberación y libertad para el pueblo. Se pone al lado de un prócer como Juan Bosch, se nutre de su ejemplo, sabiduría y sacrificios, destacándose como su discípulo más aventajado. Así inicia una carrera política que lo llevaría a la cumbre, pero no para ascender y acumular bienes materiales, sino más bien, para servir mejor al país y a la gente que lo vio nacer, a los “wawawa”.
Esta decisión, nacida de lo más profundo de su conciencia y del amor por su pueblo, no auguraba en la época una vida de comodidades sino de pesares, desprendimiento y posible persecución. Entendiendo que esta misión de vida requería dotarse de una formación intelectual, académica y política, se hace un gran pensador cuyas reflexiones y estudios de las realidades del país se convierten en proyectos de esperanza en espera de cristalizarse, llegado el momento de saldar la deuda social acumulada.
Desde la presidencia de la República, Leonel Fernández emprende la más vasta obra de redención social y humana, que empieza en el año 1996 y continúa en el periodo 2004-2008, inaugurando una época de oro para el país, de crecimiento al más alto nivel, de estabilidad económica y recuperación de la confianza y fe en el país, tras la debacle del gobierno hipolitista que nos dejó en ruinas.
Leonel se distingue por impulsar una política exterior que rescató a la República Dominicana del aislacionismo, poniéndola en el mismo centro de los procesos de integración regional y globalización del país.
ESTADISTA
Como estadista y hacedor de obras que benefician a las grandes mayorías y que dejan su impronta, Leonel sembró el país de infraestructuras que crearon las condiciones para nuestro posterior desarrollo: escuelas, parque cibernético, hospitales, centros educativos, carreteras, túneles, puentes, elevados, etc. De ahí que sus gestiones de gobierno sean consideradas y tenidas como las más progresista y modernizadoras que el país haya tenido después de la fundación de la Republica.
Todo esto ha sido aporte de un “wawawa” a la nación dominicana, y que no ha hecho ningún otro. A Leonel no se le conocen empresas ni acumulación de riquezas, sino que se le reconoce más como un servidor social, como un líder orientador, como un pensador y forjador de una institución que hoy es considerada como uno de los centros de pensamiento de mayor relevancia en el mundo, la que sirve de ayuda y apoyo a centenares de jóvenes dominicanos y al estudio de temas fundamentales para el bien del presente y futuras generaciones del país.
Leonel ve en cada ciudadano, una razón y una necesidad para luchar y servir al país. A juzgar por todo esto, Leonel Fernández es un hombre en el cual se puede creer y confiar para seguir y completar su misión de engrandecimiento del país y de todos los dominicanos, pero sobre todo un ejemplo inspirador para los “wawawa”, ya que el al igual que los “wawawa” provienen de la misma entraña del pueblo dominicano.