Las redes sociales abrieron las compuertas de la democracia mediática y de difusión. Se rompió el monopolio de la propagación de contenido, pero a su vez creó la falsa ilusión de que lo dicho repetidas veces en las plataformas digitales puede engañar a segmentos sociales hasta el nivel de convertirse en realidad virtual.
El asunto ha estado en que la clase política, muchas veces carente de ideología y de contenido, usan las redes para ocultar sus falencias y brindar al elector una imagen inexistente del aspirante o candidato.
Siempre he dicho que al final del día el talento real se impone, sobre la falsa imagen que se vierte en las redes sociales. También tengo entendido que la burbuja mediática tiene su límite el día de las elecciones, cuando realmente se necesitan cuadros para hacer realidad la transferencia de simpatías a votos.
Cuando se edifica ese tipo de opinión y se llega al punto de creerla verdad, se tiende a chocar, en algún momento, con la pared de la realidad: lo mediático no gana elecciones, en este país sin cuadros es imposible obtener y defender los votos.