El país celebra elecciones sin interrupción desde hace 57 años y todo indica que, a pesar de las graves y terribles fallas estructurales y la escasa valoración de la ‘democracia’ que tiene el pueblo dominicano, en 2024 se realizarán comicios presidenciales, legislativos y municipales, con más de lo mismo.
Un pueblo que ha caído en un letargo social y político tan pronunciado, por ahora no puede aspirar a más.
Comprender esa realidad es esencial para que las personas patriotas y con algo de dignidad y honor, se hagan expectativas limitadas, porque ante una evidente crisis de línea, aspirar a transformaciones profundas, es una quimera. Tener un deseo no basta para echar a andar un propósito gigante.
Caminar en firme –más cuando se trata de la tarea de redimir a un pueblo para forjar una nación de ciudadanos- requiere de una estrategia y una formulación táctica que solo puede salir de un líder o un equipo visionario, sagaz, inteligente, audaz, persistente y con fina comprensión del momento y sin temor de avanzar con una doctrina de ofensiva.
Un nuevo país
Hablo de un verdadero estado mayor en una sociedad que ha cambiado, donde un mensaje en redes sociales y un desparpajo expuesto en ellas, calan más profundamente en el universo social –que se traduce en político-electoral- que un discurso bien documentado y una trayectoria ética matizada por el compromiso con el país.
Vivimos en un país donde un mafioso convertido en político, cuando es muerto con la violencia propia de su mundo primigenio, se despide con tres días de duelo oficial, mientras que la madre del teatro dominicano, Monina Solá, fallece en su cama y no solo no es motivo del duelo nacional muy merecido, si no que ninguna autoridad se digna en estar presente en su velatorio ni en las ceremonias sepulcrales.
¿Dedicar una vida a la cultura, vivirla con dignidad, decoro y respeto, y morir sin pedir nada a nadie, no es un patrimonio del país que las autoridades deben enaltecer?
¡Qué vergüenza!
A mí no me sorprende la arrogancia, pero me molesta, porque he visto los funerales de Estado de más de un estimulador de vicios y otros de connotados viciosos, encomendados a la historia como ejemplo de un decoro nunca poseído en vida.
No menciono nombres y apellidos, no por el temor que no tengo ni tendré nunca de defender con mi pecho lo que escribo con mis dedos, sino porque no tengo que sumarles afrentas a sus familiares, además del dolor que particularmente sienten por sus finales violentos.
Es el país que con todos sus problemas estructurales, va a elecciones el próximo año y los dominicanos están obligados a escoger –o a dejar que escojan como es mi caso- al presidente, vicepresidente, senadores, ‘diputades’ y ediles municipales.
(¿Quedó bien y sonó poético el lenguaje inclusivo?) ¡Gracias!
Alianzas electorales
Para esas elecciones –municipales en febrero y presidenciales-legislativas en mayo-, se tejen las más inverosímiles telarañas para forjar alianzas que denoten fortaleza.
Los partidos más votados anteriormente quieren sumar siglas y los pequeños luchan por colarse adelante en la fila para que los tomen en cuenta para ver si al final pueden oler donde guisan el chivo, que no es otro que el Presupuesto General del Estado.
Los grandes lo reparten en forma de promesas de posiciones en el futuro gobierno o en el actual, concesión de obras o servicios y apoyo para candidaturas.
Quienes buscan ser favorecidos por el poder se atropellan lamiendo los pies de los grandes aunque tengan que abandonar ‘su partido’, declararse independientes y luego alinearse durante un día soleado a la vista de todos, sin sonrojarse.
Se combinan así, armoniosamente, el fomento del clientelismo desde el Estado y el transfuguismo de quienes no tienen lealtad, ideología ni honor, sino hambre de dinero, poder, aunque dejen ver el arraigo de sus miserias humanas.
Opciones conservadoras
Lo que se percibe en la calle es que las opciones conservadoras que encarnan Luis Abinader, jefe del Estado que busca la reelección y líder del Partido del Perredeísmo Moderno (PRM), y Leonel Fernández –fue presidente que agotó tres períodos constitucionales-, son las que tienen la mayor aceptación para las presidenciales.
Desconozco –hasta anoche- la existencia de una formación política o una candidatura con fuerza y arraigo para presentar una opción popular, patriota, defensora de la soberanía, comprometida con los empresarios, trabajadores y productores agropecuarios nacionales, frente a la voracidad de los monopolios y/u oligopolios –es lo mismo- que nos tienen convertidos en consumidores de deuda y de alimentos importados.
Lo favorable a Abinader
La mayor fortaleza que tiene Abinader y que eventualmente podría favorecerlo para imponerse electoralmente, es que disfruta de la condición privilegiada como jefe del Estado, con todos los funcionarios aupando sus explícitas aspiraciones desde aquel pronunciamiento de “no miren para atrás”, hecho el 19 de junio de 2022.
Además, porque no tiene un contendiente colocado al frente de la batalla opositora, estimulando la movilización social popular, sino simples competidores que la población los percibe y hasta los acepta como el mal menor coyuntural, pero conscientes de que vendrían para hacer más de lo mismo.
El PRM, hijo legítimo del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de los años en el poder –no de las jornadas gloriosas de la lucha por la libertad y la defensa de la democracia y la soberanía- está en la faena de retener el gobierno aunque tenga que comprar a todo el que esté dispuesto a venderse en el peledeísmo en derrota.
El gobierno de Abinader y el PRM buscan la reelección a pesar de su pésimo desempeño gubernamental en materia de construcción de obras públicas, el peor daño a la agropecuaria nacional ni siquiera comparable con un ciclón categoría 5, la más gigantesca permisividad de la historia para destruir los ríos, bosques, playas y dunas del país, precisamente en momentos en que el mundo se sacude para defender sus recursos naturales y castigar a los depredadores.
Leonel aprovecha las pifias peledeístas
Quien ahora le planta cara y desafío para desalojar a Abinader y al PRM del gobierno es Leonel Fernández, con más votos en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que lo llevó tres veces al poder, que en su adquirido PTD convertido en la franquicia Fuerza del Pueblo.
Kilo a kilo, entre Leonel y Abinader no hay diferencias político-programáticas. Sus intereses particulares y grupales no contradicen su lealtad a la oligarquía que han favorecido sin dubitaciones.
Uno le entregó los ingenios, las generadoras, las tierras, los aeropuertos, los puertos marítimos, las carreteras y las empresas estatales heredadas de Trujillo.
El otro le entrega las generadoras, las tierras, los nuevos aeropuertos, los nuevos muelles, los desarrollos turísticos, las nuevas autopistas… con el eufemismo de los fideicomisos.
Ahí está Leonel, sumando votos de los cancelados en el Ministerio de Educación hace un año y no les pagan sus prestaciones laborales mientras el desempeño en esa cartera y el aprendizaje en las escuelas, están en el peor momento de la historia.
Aumenta Leonel su popularidad electoral porque las cárceles se están convirtiendo en cementerios de individuos enviados ahí por pedidos conminatorios de fiscales que cultivan la divisa del tránquelo y de jueces cobardes frente al poder y generosos con los mafiosos.
Si los votantes tienen que escoger entre Abinader y Leonel, las elecciones son una zafra dinámica donde los glotones serán los candidatos y los caciques pueblerinos quienes gatean para ir recogiendo las migajas ensalivadas que caen de las belfas de sus alabados.