La 28ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático o COP28, como es comúnmente reconocida, constituye un punto de inflexión sobre el debate en torno al cambio climático en la comunidad internacional.
Si bien es cierto que es un encuentro que se reedita todos los años, no menos cierto es que el 2023 ha sido un año con marcados desafíos medioambientales, comenzando porque ha sido el año más caliente registrado por la humanidad, lo que se ha traducido en desastres naturales más constantes, más violentos y menos predecibles.
En consecuencia, la COP28 es un evento crucial para la humanidad que pone a prueba nuestras creencias más fundamentales, comenzando por la confianza que tenemos hacia la ciencia.
De hecho, la primera gran polémica de este cónclave ha girado en torno a las declaraciones del Sultán al Jaber, presidente de la COP28 que se desarrolla en Dubái, que dijo que “no existe ninguna ciencia” que apunte a que la eliminación progresiva del petróleo, gas y carbón permita alcanzar la meta más ambiciosa del Acuerdo de París, que es la disminución de la temperatura global en 1,5 grados centígrados.
El hecho de que la COP28 se realice en los Emiratos Árabes Unidos es una de las razones de que se trate de un punto de inflexión, porque lleva la discusión de la cuestión climática al epicentro de la producción de combustibles fósiles.
De ahí que el argumento más importante que esgrime el Secretario General de la ONU, António Guterres, es que “no podemos salvar un planeta en llamas con una manguera de combustibles fósiles”.
Adicionalmente, la COP28 marca la mitad del camino entre el Acuerdo de Paris del 2015 y la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible del 2030, por lo que la discusión tendrá centrarse en qué tanto hemos avanzado y si llevamos un buen ritmo para lograr resultados positivos o, por lo menos, lo más cerca posible de lo esperado.
El problema principal es el financiamiento.
Los avances en el financiamiento de la lucha contra el cambio climático han sido tímidos y sin mayores recursos para los países en desarrollo, como el caso de la República Dominicana, que paradójicamente somos los que menos aportamos al daño climático, sería imposible revertir el daño que causa el cambio climático.
A pesar de ello, somos de los más afectados.
La República Dominicana hoy se enfrenta al sargazo, a una temporada de huracanes más retadora, a inundaciones repentinas, a sequias prolongadas y a muchas otras realidades que amenazan el desarrollo económico y social.
Por lo tanto, los avances en el financiamiento que se puedan lograr de la COP28 son los que determinarán si podemos conservar la esperanza de un 2030 en el que veamos resultados o si nos preparamos para que se complique aún más la realidad del cambio climático. La “justicia climática” como algunos le han llamado, comienza por disponer de las herramientas necesarias para transformar todo aquello que afecta al medio ambiente y para eso se requieren cuantiosos recursos que los países en desarrollo no tenemos.
Esta COP28 es un llamado a la acción y a la reflexión sobre la responsabilidad individual y colectiva en nuestra relación con el cambio climático.
Ojalá lo escuchemos.