Los políticos creen que todo se decodifica en clave política, ignorando que, a veces, los intereses personales y partidarios se subrogan a los intereses nacionales.
El colapso del Estado haitiano es un ejemplo paradigmático. La inercia internacional, el quiebre del orden y el asalto de las pandillas a los remanentes institucionales, crearon un clima de terror y violencia que aceleró los flujos migratorios hacia Dominicana, con todas sus consecuencias en salud, seguridad, trabajo, tránsito vivienda, etc.
Lo terrible no es lo que hay, sino lo que vendrá. Todo indica que la situación se pondrá peor, que estamos solos, y que nadie vendrá a ayudarnos. Ante esa realidad, el desafío haitiano no puede ser asumido como un tema político más, sino como un tema que convoque a la unidad nacional. El presidente Luis Abinader lo entendió claramente, y, por eso, en su discurso de febrero de 2023 pidió a todos “responsabilidad para apartar el problema haitiano de nuestra lucha partidista y que lleguemos a un gran acuerdo nacional…”. A esa propuesta –y tras reuniones y acuerdos–, le siguió el 26 de octubre la firma del “Pacto de Nación por la Crisis en Haití”, suscrito por 28 partidos políticos, menos por la FP, PLD y PRD.
La ausencia de los principales partidos opositores restaba brillo y unidad, y el presidente señaló “que los partidos políticos que no están aquí presentes tendrán siempre la puerta y la silla preparada […] para que participen…” pero –inexplicablemente–, el pacto fue ninguneado y rechazado por estos.
El presidente mandó el mensaje y “lo dejaron en visto”. Así, mientras los políticos politiqueaban, el principal desafío a la existencia del Estado dominicano –la crisis haitiana–, siguió su curso.
Ciertamente que la oposición llevaba algo de razón al decir que el pacto no mostraría frutos, pero, ante el anuncio del mandatario –el 06 de este mes– de 15 medidas puntuales, concretas y medibles para enfrentar la amenaza migratoria (y la implementación inmediata de algunas de ellas), no había otra opción que no fuera la unidad, porque –en palabras del presidente– “ninguna nación puede resolver sus problemas dividida, y ningún desafío encuentra solución en la indiferencia”.
Anteayer el presidente nuevamente hizo un llamado a la oposición (cuarta vez), para que “participen con nosotros en ese pacto, que participen. Ellos pueden ser de mucha ayuda”.
El tema haitiano es un tema país, la hora de la politiquería ha pasado. Puede la oposición hacer oposición desde dentro del pacto. Criticando y cuestionando, si, pero también proponiendo y aportando. “Ha llegado la hora de los hornos” y sustraerse de una discusión nacional resta dimensión, amplitud y profundidad a la respuesta país.
La oposición puede [y debe] participar en un proceso que el presidente correctamente entiende que trasciende su competencia de gobernante, y se enmarca en su rol de estadista.
La invitación está ahí, sus sillas (reservadas) les esperan, el país observa.