La reciente disposición de la Junta Monetaria de autorizar al Banco Central que provea RD$81,000 millones al sistema financiero “para facilitar el crédito a los sectores productivos”, es una medida aislada que difícilmente pueda frenar el creciente deterioro de la economía dominicana.
Aunque la resolución ordena que esa liquidez se preste a una tasa de interés anual no mayor de 9% a los sectores “construcción, comercio, manufactura, exportación, agropecuaria y Mipymes”, la realidad es que otras políticas del gobierno obstaculizan el aprovechamiento de ese dinero para producir.
Con un gobierno que se endeuda sin parar para ampliar el gasto corriente mientras reduce la inversión pública, las maniobras monetarias circunstanciales no resuelven nada ni garantizan crecimiento productivo.
Esos fondos, como en ocasiones anteriores, dinamizarán el comercio importador y el negocio de los bancos comerciales.
Y eso sucederá no porque el comercio y los bancos tengan mayor capacidad para atrapar ese dineral para sus negocios, sino porque los demás sectores están traspasados por políticas públicas anti-productivas.
El comercio y la agropecuaria
Gran parte de ese dinero será captado por los importadores de todo tipo de bienes de consumo, no maquinarias, ni tecnologías para producir aquí.
Si a un banco se presenta un agricultor solicitando un préstamo para comprar un tractor, roturar tierra y plantar miles de tareas de habichuelas, y simultáneamente llega una solicitud de un empleado privado para comprar un auto de lujo, no hay duda de quién obtendrá el dinero.
El ejecutivo bancario que evalúe ambas solicitudes no tiene que ser muy competente para darse cuenta del gran riesgo que corre el agricultor y la seguridad que ofrece el empleado privado.

El agricultor no dispondrá de seguro para su producción –no estamos para sofismas–, tampoco de mano de obra porque los haitianos que se fajan están bajo una campaña gubernamental despiadada de persecución, extorsión y repatriación, ahora respaldada por los líderes de la “oposición”.
Pero si usando todas las técnicas e insumos modernos el agricultor obtiene una cosecha récord, al tratar de sacarla al mercado se chocará con las importaciones masivas de habichuelas genéticamente modificadas que gozan de todos los privilegios: crédito privado y gubernamental sin límites, facilidades de arancel y control de las cadenas de comercio al por mayor y detalle.
El sistema bancario privado, aunque el gobierno le otorgue flexibilidades para usar el dinero del encaje legal, está para hacer negocios rentables, no para obras samaritanas.
Prestarles millones a un empleado privado –y más aun a un funcionario público con influencia– para comprar un vehículo de lujo es un negocio perfecto porque tiene una garantía absoluta: seguro de vida para quien toma el préstamo y full para el auto, que son negocios complementarios para el banco.
Se sobreentiende que ese empleado dispone de crédito suficiente para responder con su patrimonio y/o con sus prestaciones laborales, además de la propia prenda.
La decisión del ejecutivo bancario, al que el Banco Central no le ha impuesto cuotas de préstamos por sectores, favorecerá, sin dudas, financiar el auto de lujo que no produce nada ni da empleo e ignorará por completo al agricultor que quiere producir para dar empleo, proveer alimento de calidad y dinamizar el mercado.
Ni soñar que esos fondos puedan llegar a pequeños productores de plátanos, arroz, papas, maíz, hortalizas, guandules, criadores de cerdo, bovinos, aves o peces.
Esos no califican tampoco y el Banco Agrícola, que debía apoyarlos, utiliza los fondos públicos para financiar las importaciones y para compensar pérdidas a productores gobiernistas y a funcionarios públicos con préstamos a tasa cero.
Solo hay que ver el grito de los bananeros por falta de braceros en sus plantaciones por la repatriación de haitianos y la muerte masiva de cerdos por la peste porcina que entró al país tras la cancelación de los técnicos agropecuarios. Esas son las políticas de Abinader para el campo.
Construcción
La construcción tiene limitaciones para aprovechar las facilidades de financiamiento porque aunque el déficit de viviendas crece cada año, la demanda de nuevos apartamentos decae porque la mayoría de la población no gana suficiente para hacer frente a las obligaciones mensuales de pago. El otro factor es la escasez de mano de obra, que se ha visto seriamente afectada por las repatriaciones masivas de haitianos, una medida politiquera que no repara en el daño que hace a la producción nacional y que contribuye a desestabilizar más a Haití.
Pero como ya sabemos, esa política de tierra arrasada la inició Luis Abinader a nombre de la defensa de la soberanía nacional, pero permitió que el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, se llevara un avión venezolano sin decir una palabra.
Ahora Abinader tiene a los “opositores” Danilo Medina y a Leonel Fernández respaldando esa barbaridad, pero también se quedaron callados cuando Rubio dio una patada a la soberanía. Quedaron evidenciados solo como anti-haitianos.
Como dijo el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, a un parlamentario xenófobo: “Usted no odia a los migrantes por ignorancia, los odia por intereses”.
Danilo y Leonel se asocian con Abinader para odiar y atropellar a los haitianos, no por ignorancia, sino por intereses, electorales por demás.
La manufactura
Con un sistema eléctrico colapsado, que da apagones diarios a una industria que para operar tiene que recurrir a generadores propios con altos niveles de consumo de combustibles –y facturas más caras cada mes–, incrementar su producción, y menos su productividad, es un factor de incertidumbre.
Solo hay que observar el desespero que tienen por el auge del comercio de tejidos, electrodomésticos y materiales de construcción de empresarios chinos, que ofrecen bienes mucho más baratos que los que se producen en el país.
¿Qué esperar?
Las facilidades de financiamiento son un dineral lanzado a un hoyo profundo al que solo pueden bajar los buitres de alas anchas que este gobierno ha alimentado por más de cinco años.
A quienes el gobierno les ha roto las piernas con sus políticas de quiebra de la agropecuaria, carestía de alimentos, apagones, tapones, pésimos servicios de educación, salud, construcción, no les llegará ni el olor a locrio de sardinas.
El dominicano es, sin exagerar, un pueblo paciente que ahora aguanta la desfachatez de sus más conspicuos “líderes” políticos y la insensibilidad de los dirigentes sociales, religiosos, académicos e intelectuales.