Alliet OrtegaAlliet.ortega@intec.edu.do
Inicio este espacio con una frase que encierra una gran verdad: “El hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”, de Antonio Machado. Esta idea ha resonado con fuerza en los últimos días, especialmente ante un proceso que podría transformar profundamente el sistema educativo y científico del país, y que, sin embargo, parece avanzar con más prisa que criterio.
Me refiero al proyecto de “fusión” entre el Ministerio de Educación (MINERD) y el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT). Desde fuera, podría parecer un simple ejercicio técnico de reorganización administrativa. Pero desde dentro del sistema —desde las universidades, desde la gestión académica, desde la responsabilidad pública— se percibe como una transformación estructural que no está siendo abordada con la reflexión ni el cuidado que requiere.
Desde nuestro rol, somos firmes promotores de la innovación, la modernización y la capacidad de adaptación ante una realidad cambiante. Reconocemos que el sistema educativo necesita reformas urgentes. Pero esas reformas deben ser organizadas, pensadas y guiadas por una visión estratégica, no improvisada.
Como gestora universitaria y ciudadana comprometida con el desarrollo del país, insisto en que la ciencia y la innovación no pueden seguir tratándose como elementos secundarios del sistema educativo. Son, y deben ser, pilares estratégicos para una transformación nacional real y sostenible. La ciencia y la innovación no son un decorado en el sistema educativo; son el motor del desarrollo.
La evidencia es contundente. América Latina ha perdido productividad durante décadas, en parte por la baja inversión en investigación y desarrollo (I+D). Mientras países como Corea del Sur, Israel o Alemania invierten entre el 3% y el 5% de su PIB en I+D, la República Dominicana apenas alcanza un 0.01%, según datos de la OCDE. Este rezago no es simplemente técnico, es estructural. Y avanzar en un proceso sin analizar sus consecuencias, que debilite la gobernanza especializada en ciencia y tecnología sería, sencillamente, un error histórico.
Da la impresión de que el objetivo no es transformar, sino reorganizar para cuadrar cifras, pero ¿de qué sirve unificar ministerios si no se fortalece la capacidad de gobernanza, la inversión en innovación y el desarrollo del capital humano? El país no puede seguir compitiendo por salarios bajos, sino por calidad, conocimiento y tecnología.
En contraste —y de manera alentadora, aunque también contradictoria—, el Gobierno ha declarado la Estrategia Nacional de Fomento a la Industria de Semiconductores (ENFIS) como prioridad nacional. Esta iniciativa tiene propósitos claros: atraer inversión tecnológica, generar empleos de calidad y conectar a nuestras universidades con centros de investigación y empresas internacionales. Es un ejemplo de que sí se pueden diseñar políticas públicas con visión y compromiso.
Sin embargo, si al mismo tiempo debilitamos un sistema ya frágil, diluyendo su base científica y tecnológica, estaríamos abriendo la puerta al retroceso: mayor fuga de talentos, dependencia del capital humano extranjero y pérdida de oportunidades estratégicas. No podemos permitir que la urgencia sacrifique la calidad. Los avances logrados deben servir como base para seguir construyendo, no ser desmantelados.
Por eso, sumo mi voz al llamado a repensar y abrir un diálogo profundo sobre este proyecto de fusión. No con el objetivo de oponernos por inercia, sino para dotarlo de la seriedad, planificación y visión de largo plazo que requiere. Porque no se trata solo de una estructura ministerial; se trata del modelo de país que queremos construir.
La autora es Rectora
interina del INTEC
Alliet.ortega@intec.edu.do