En el béisbol profesional se celebran los triunfos, los logros individuales, los premios y la pasión que despierta ser amado por la fanaticada. Pero detrás de cada pelotero también se esconden sacrificios que no siempre se ven.
Estar lejos de la familia, perder momentos importantes y vivir en hoteles son realidades constantes para muchos jugadores.
Ese es el caso de Paolo Espino, lanzador panameño de 38 años, quien desde 2016 ha sido prácticamente una presencia fija en la Liga Dominicana de Béisbol (Lidom), reforzando a los Toros del Este y en esta temporada a los Tigres del Licey.
Mientras intenta sacar outs con los azules, su familia lo espera en Miami. Allí están su esposa y sus tres hijos: la mayor, de nueve años; una varón de seis; y el más reciente miembro del hogar, un bebé que apenas tiene una semana de nacido.
Espino viajó para estar presente en el parto, pero solo pudo acompañarlos dos días antes de regresar al país para cumplir con su compromiso con el Licey enfrentándose un domingo por la tarde a los Leones del Escogido.
Esa decisión, aunque difícil, mezcla amor por el juego y responsabilidad como cabeza de familia.
“Gracias a Dios pude estar con mi esposa en el parto y darle apoyo durante los siguientes dos días, pero luego tuve que venir porque me tocaba hacer mi salida. Afortunadamente ella (su esposa) entiende este proceso”, dijo Espino al LISTÍN DIARIO. Pero además de su esposa, su hija, Alana, también es otra parte sacrificada de la familia.
“Esa (estar lejos) es la parte más complicada. Mi hija, que es la más grande, a veces me dice: ‘Te extraño, papi, ya quiero que vengas’. Y esa es la peor lucha para uno como padre”, cuenta Espino.
Esa frase, repetida desde el otro lado del teléfono, pesa más que cualquier inning complicado. Sin embargo, Espino reconoce que la tecnología se ha convertido en refugio emocional.
“Por lo menos existe la posibilidad de hablar por videollamada y eso hace que la distancia no se sienta tan lejos”, dice el lanzador, intentando encontrar alivio de donde sea. Pero la separación no es solo un asunto sentimental. También es parte de un compromiso económico.
“Este es el sustento de mi familia. Además del amor que le tengo al juego, también pienso en que debo llevar alimento a mi casa. Si tuviera quizás un plan B ahora mismo, la decisión sería más fácil. Pero aún dependemos del béisbol”, explica el panameño.
gran lanzador
A pesar de los años, Espino asegura que todavía tiene mucho que aportar. Fue el Lanzador del Año en la temporada 2023-2024, cuando lideró la liga en victorias (3), efectividad (2.40) y ponches (49), convirtiéndose apenas en el quinto lanzador en lograr la triple corona de pitcheo en la historia de Lidom.
Y, aunque la campaña anterior ha sido, por mucho, la peor en sus números, él siente que las circunstancias influyeron.
“Comencé flojo y luego me lesioné, pero cuando me recuperé el equipo (los Toros) demoró mucho en ponerme en juego. Entiendo que si hubiese jugado más, esos números no fueran tan malos como se vieron”.
En esta temporada, Espino lleva apenas una salida, en la que trabajó 3.1 entradas de dos carreras, con cuatro ponches y efectividad de 5.40. Pero su trayectoria en la liga habla por sí sola.
De por vida registra 13 victorias y 15 derrotas, con una sólida efectividad de 2.89, un WHIP de 1.00 y 199 ponches en 214.2 entradas, cifras que reflejan consistencia y valor competitivo.