En la nueva oleada de contagios del coronavirus que afecta a la República Popular China, las autoridades han admitido que al menos 60,000 personas murieron por Covid-19 desde diciembre.
Esas muertes, ocurridas en los hospitales, no incluyen los fallecidos en las residencias, lo que hace presumir que la cifra es mucho mayor.
Si en China, con un sistema sanitario mucho mejor que la mayoría de los países latinoamericanos, el Covid-19 sigue matando a tanta gente, ningún gobierno debe descuidar la prevención y seguimiento de los casos, aunque sean pocos.
Nadie ignora que China tiene una de las vacunas anti-Covid más eficaces y su población fue inmunizada; sin embargo, el rebrote ha sido el más potente y mortífero registrado hasta ahora.
Esa experiencia debe servir de espejo a países como República Dominicana para no descuidar el rastreo de los casos positivos en el entorno familiar y comunitario
Con esto evitamos un contagio masivo en algún momento.
Hasta ahora, las autoridades sanitarias tienen un control muy discreto del Covid, lo que se refleja en las bajas cifras de pruebas diagnósticas.
No obstante, sigue siendo significativo el número de personas con el virus activo, en posibilidad de contagiar a otras, por lo que es un deber de las autoridades rastrear ese entorno para evitar la propagación.
Todos quisiéramos que el Covid-19 desapareciera por las terribles secuelas que deja en los afectados, pero mientras haya picos como los de China, Europa y Estados Unidos, no podemos ignorar sus amenazas.