Veintiún años después el dolor persiste. Las lágrimas y la impotencia son evidentes en una madre que relata el feminicidio de su hija, y una tía que sobrevivió a dos disparos, mientras las tres buscaban protección para evitar la tragedia, cuya deuda fue saldada en los tribunales, pero no en el corazón de la familia.
“La fotografía de mi hija me acompañará mientras yo viva”. Un día lloro y otros días hablo con ella como si estuviera viva”, confiesa Escolástica Paulino, quien mantiene colgada en su sala una imagen sonriente de Juana Altagracia de la Cruz, estudiante de periodismo, muerta a tiros por su expareja, tras salir de una audiencia de conciliación en el Departamento Judicial de Villa Juana, Distrito Nacional, el 28 de marzo de 2003.
Previamente, Escolástica escondió a su hija en distintos lugares, puso tres querellas y esperaba el desembolso de un préstamo para mandarla fuera del país. Sin embargo, en un último intento para proteger a su única hija, (tiene otros dos varones), acudieron a una audiencia de conciliación con Dagoberto De Óleo, pese a que la Ley 24-97 Sobre Violencia Intrafamiliar, prohíbe la conciliación en casos de violencia de género o intrafamiliar, y fue su sentencia de muerte.
Ese día, Juana Altagracia se convirtió en la víctima número 33 de feminicidio en 2003, un año que cerró con 162 mujeres asesinadas por parejas o exparejas. En el ataque De Óleo hirió a Andrea Paulino (tía) y aunque disparó tres veces contra Escolástica, ninguna bala la alcanzó. “Pero me partió el corazón, porque me mató a mi hija querida”, expresó entre lágrimas.
Este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y al cumplirse 64 años del asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, por la dictadura de Rafael Trujillo, República Dominicana registra 55 feminicidios en lo que va de año, según la ministra de la Mujer, Mayra Jiménez. El año anterior cerró con 51 feminicidios y en el 2022 con 58.
El país ocupa el segundo lugar de América Latina con mayor incidencia de feminicidios, 2,4 muertes por cada 100,000 mujeres, en 2023, según informe de la Cepal, que muestra que al menos 11 mujeres son víctimas de feminicidio cada día en la región.
Feminicida cumplió
Han sido 21 años y ocho meses de dolor. Escolástica y Andrea, entrevistadas por separado a través de videollamadas, desde sus casas, una en el interior del país y otra el Santo Domingo, critican las penas que imponen los tribunales, entre 20 y 30 años, a los feminicidas, que durante todo el proceso se mantienen buscando que les varíen la prisión.
Dagoberto De Óleo fue apresado en Juana Méndez ese mismo 2003, un mes después de la tragedia, y en 2006 un tribunal lo condenó a 20 años de prisión. Ya están cumplidos los 20 al sumar los que estuvo preventivo.
“Hay que tomar esto en serio, para evitar que las madres nos quedemos sin hijas. Yo quisiera que el Presidente de la República pusiera mano dura. Condenas más fuertes, eso no es justo que tengan a tantas mujeres atemorizadas. Que haga algo para que dejen de matar a tantas mujeres”, dice doña Escolástica, quien accedió a rememorar los hechos
“Que apliquen 40 a 50 años, no 20, a esos hombres que no piensan que sus hijas también pueden ser maltratadas o que tiene una madre que sufre. Hoy día hay tantas mujeres que tienen miedo a casarse para que no las maten y no debe ser así” expresó la dama.
Los recuerdos
Cada año la familia Paulino se reúne en memoria de Juana Altagracia. Algunos que estaban pequeños cuando le mataron, ven su sonrisa en la foto que tiene Escolástica en su sala, que dice: J uana Cruz Paulino, tu alegría y tu amor siempre estarán con nosotros”.
informes de la Policía Nacional.
Testimonio de la tía
“Yo me ponía nerviosa, tenía que tomar pastillas cada vez que íbamos a audiencia porque sabía que lo tenía que ver cerquita”, dice Andrea, quien consideraba a Juana como su hermanita menor.
Cuenta que después de imputado cumplir diez de prisión, lo vio en 20 audiencias ya que cada seis meses, y hasta menos tiempo recurrió a los tribunales en busca de libertad condicional.
Durante todo el proceso, éste fue trasladado a distintos pueblos, en busca de la variación de la prisión, y ambas damas se mantuvieron en el proceso, porque prometieron que su muerte no quedaría impune.
De aliadas tuvieron a las abogadas del Ministerio de la Mujer, como a “Mari Valenzuela, esa es una hermana para nosotras, sufrió con nosotras y luchó para que se haga justicia”.
Sobre los impactos de bala que les infirió Dagoberto De Óleo, uno de ellos en el pecho, Andrea dice: “estoy sana por fuera, pero mi dolor está intacto. Ella era como mi hermana chiquita, yo la enseñé a montar bicicleta, yo siempre andaba con ella, hasta ese día en que nos la mató”.
La familia siempre la recuerda
Cada año la familia Paulino se reúne en memoria de Juana Altagracia, y también de un sobrino que falleció posteriormente, un catedrático universitario que fue sacerdote, y les inculcó la fe en Dios para aliviar el dolor, dice doña Escolástica. Algunos los que estaban pequeños cuando le mataron y los que nacieron después, ven su sonrisa cada vez que entra a la sala de Escolástica y ven el enorme cuadro con su foto que dice “Juana Alt, de la Cruz Paulino, tu alegría y tu amor siempre estarán con nosotros”.