En cinco oportunidades decidió ofrecer esta entrevista a LISTÍN DIARIO e igual número de veces, reculó. Esta sexta vez fue más fuerte y ella misma llamó para decir: “Tengo que dejar este miedo, debo ser valiente y responsable para decir lo que me sucedió para que no le pase a otras mujeres”. Su voz, al otro lado del teléfono, se quebraba porque todavía no supera que haya sido operada de un cáncer de mama que nunca tuvo.
Un poco calmada, preguntó qué día podía hacerse la entrevista. “Diga usted, la agenda se ajusta a su tiempo y forma de ofrecer la información”. Eso se le dijo para que fuera ella quien pusiera las condiciones.
Es un tema importante y obtener su testimonio puede ayudar a otras mujeres a buscar varias opiniones en caso de obtener un diagnóstico como el suyo. Las segundas, terceras y hasta cuartas opiniones, son válidos en todos los casos que involucren la salud.
“Mándeme las preguntas, pues estoy fuera del país y no iré por ahora. Se las responderé lo más pronto que pueda, realmente necesito aportar con mi testimonio para que tanto mujeres como hombres estén vigilantes de su salud y que sepan que, aunque la ciencia está muy avanzada, se dan diagnósticos equivocados”. En pocos minutos ya ella tenía el cuestionario solicitado y la invitación a que contara cualquier inquietud pasada por alto.
Varios días se tomó para responder. Eso sí, cuando mandó las respuestas, a seguidas sonó el celular. “Le acabo de mandar y te puse otros datitos. No te había respondido porque te cuento que fui a hacerme mi chequeo aquí y, para mi sorpresa, me confirmaron que nunca he tenido cáncer. Me hicieron un Pet Scan, que es una exploración nuclear y otras pruebas sofisticadas para saber si tengo células tumorales. ‘Usted está muy bien, nunca ha tenido cáncer’. Ese fue el resultado que con asombro me dieron en el centro”. La conversación por teléfono fue larga, tanto que, si se quería ni se miraban las respuestas que había enviado.
“No me dieron quimio”
Definitivamente, la dueña de esta historia mostró en su kilométrica llamada, cuán necesitada estaba o está de desahogarse. “No quiero culpar a nadie, a veces siento que la única responsable he sido yo por no buscar otras opiniones. Como digo siempre, en nuestro país, como en muchos otros países, la ciencia está muy avanzada, pero igual, quienes ponen en práctica esos avances, son seres humanos que se equivocan”. No defiende el diagnóstico equivocado del que fue víctima, pero sabe que estas cosas pueden pasar.
Una pregunta que estuvo en el cuestionario y que era mejor escuchar la respuesta de viva voz, fue: ¿Cómo fue el proceso de quimio o radioterapia luego de la cirugía? “Eso fue lo que a mí me extrañó. Antes de la operación, me dijeron que luego iba ese tipo de seguimiento, pero después de la cirugía, en la que sí me sacaron varios ganglios, me informaron que había quedado tan bien, que no era necesario someterme a nada de eso, sólo chequearme cada cierto tiempo para monitoreo de lugar”. Aunque le llamó la atención este detalle, le restó importancia, lo que atribuye a su desconocimiento.
Inicio de la “enfermedad”
Por más esperanzas de vida que haya hoy día ante un diagnóstico de cáncer de mama con la detección a tiempo, el miedo se apodera de quienes reciben esta noticia. El caso de la protagonista de esta historia, no fue diferente.
“Recuerdo que todo fue muy rápido. Todo comenzó poco después de la pandemia. Me dio un Covid muy malo. Después que se me quitó quedé con varias secuelas y eso me hizo preocuparme por mi salud. Decidí hacerme un chequeo general…”. Detiene la conversación que ya iba por 37 minutos y pico, porque el llanto se interpuso.
La revisión a la que se había sometido esta mujer, que hoy tiene 35 años, incluyó una sono y mamografía, además de otros estudios. “Cuando llevé los resultados al médico correspondiente, me habló de que tenía un ‘ramillete’ de ganglios. Mandó a hacerle biopsia y esta reveló que uno o unos de ellos eran cancerosos. Cuando me notificaron eso, así como decirme: ‘usted tiene fiebre’, yo quedé paralizada”. Llora, pero mantiene la conexión. Pide a alguien que le pase una servilleta y a duras penas se le escucha decir: “Sigo aquí”. Estaba dispuesta a seguir contando su relato.
La protagonista de hoy insiste en lo importante que es ocuparse de la salud y siempre escudriñar sobre cualquier diagnóstico.
Luego de enterarse de que “era una paciente más” de la larga lista de mujeres con cáncer de mama, a la dueña de esta historia no le quedó más que sacar fuerzas de donde no tenía para enfrentarse a su “realidad”. “Pensé, primero que en mí, en mis dos hijos y me dije: ‘Oye, no tienes a quién tirarle esa carga, ¡levántate!’. Así lo hice”. En su segunda cita, que era dos días después de enterarse de “su diagnóstico”, aceptó ir a cirugía, que fue la opción de cura que le ofrecieron los médicos.
Se sometió a los exámenes de lugar. Esos que hay que hacerse antes de una operación. Estaba muy bien de salud y no hubo ninguna objeción para poner la cita. Llegó el día esperado. “Me entraron al quirófano por menos de dos horas. Pero debo decirte que no dormí la noche anterior, mi cabeza era más grande que la casa, estaba muy abatida…”. Se le escucha llorar y en lo que se toma su tiempo fue oportuno ir revisando el cuestionario contestado, pero sin terminar la llamada. Gracias a Dios, la tecnología permite todo esto.
Vuelve hablar, y esta vez con más fuerza. “Bueno, deja calmarme, ya esto pasó y ahora lo que toca es orientar a la gente con mi testimonio. El caso es que nada, me entraron, me hicieron el procedimiento, y salí ‘bien’. Me sacaron muchos ganglios, más que de las mamas, de las axilas, al punto de que tengo el brazo afectado, pese a que han pasado cuatro años del proceso”. Al otro día le dieron el alta médica con una receta de medicamentos simples, de esos que requiere cualquier tipo de cirugía sencilla.
Las secuelas en su brazo
Ciertamente, tenía muchos ganglios y se los sacaron todos. Al menos, eso le dijeron. “Lo que no llegué a saber fue cuántos de ellos eran dizque cancerosos, simplemente me dijeron que tenía cáncer de mama, que se había descubierto a tiempo, y que por eso no me dieron quimio ni radio ni un tratamiento postoperatorio riguroso”. Puso en duda su diagnóstico, pero el aturdimiento que deja el haber “salido de esta enfermedad”, no le permitió pensar mucho en si la tenía o no.
El tiempo, su dolor en el brazo derecho y casi incapacidad para moverlo, le fueron despertando la curiosidad. “Para que tengas una idea, no me recomendaron un seguimiento, más que hacer lo propio, que es lo que debe hacer toda mujer, chequearse cada año. Pero, el brazo cada día estaba más comprometido. Tal vez es normal porque lo tenía lleno de ganglios, que ya ni sé qué decir, el caso es que a estas alturas, sigo luchando con eso”. Pide que prenda la cámara para mostrar la herida. Lo hizo y se pudo notar que sí hay daño.
Un año y medio después de la cirugía, se fue fuera del país. Se dedicó a buscar solución para su brazo y, entre los tantos estudios que le hicieron, fue que incluyeron uno que reveló que en su cuerpo nunca ha tenido una célula cancerosa. “¿Te digo la verdad? No me sorprendió escuchar esa noticia. Sí, me alegró porque aunque tenía dudas de si tenía o no cáncer de mama, una se preocupa y piensa ‘y si es verdad y tengo riesgo de volver a tener’, pero afortunadamente, nunca lo tuve”. Respira aliviada.
“Cualquiera se equivoca”
“Yo quiero insistir en lo importante que es no quedarse con el primer diagnóstico. Porque de verdad, así como los humanos no somos perfectos, tampoco lo es la tecnología, la ciencia, la medicina… Hay errores que se pagan caro, yo he sido una víctima, y sé que hay muchas más en todas las áreas de la salud. Por eso también es bueno que los médicos se curen en salud, que busquen, que profundicen sobre los diagnósticos…”. Sus palabras dejan sobreentendido que no quiere culpar a nadie.
Ella no lo sabe a ciencia cierta, pero está casi segura de que los resultados de la biopsia que le entregaron, no corresponden a su caso y eso la preocupa, pues si son de alguien más, puede que la persona no haya recibido atención a tiempo o crea que está sana. «No quiero especular, sólo me interesa que a nadie más, le pase lo que a mí». Se despidió terminando una llama que superó la hora y media de duración, pero valió la pena.