Fruto del anuncio por parte del presidente del Consejo Unificado de las EDEs, don Celso Marranzini, de que se volvería a implementar lo que se conoce en términos técnicos como “gestión de la demanda”, mediante la cual que se estaría controlando el abastecimiento de circuitos con pérdidas superiores al 50% con interrupciones de 4 horas durante la semana laboral, se ha generado una cantidad de críticas a la decisión de racionamiento de energía que precisan de una explicación y conceptualización de la medida de la manera más racionalmente posible.
Lo primero es que la misma, es una aceptación tácita, aunque tardía del error de mantener un suministro del 98% de la demanda, algo de lo cual las autoridades alardeaban, y lo cual critiqué constructivamente en varios artículos. Medida que se justificaba, durante el período de la pandemia, pero no más allá. En este sentido, y como era lógico este regalo de la electricidad a sectores con elevados niveles de pérdidas incrementó exponencialmente las pérdidas totales (33%, 2020 a 43%, 2024), por un lado, y de la demanda de capital de inversión, por el otro, al generar una demanda inducida (9.8% cuando lo normal era 2-3%) que sobrepasó a capacidad de transformación y operación confiable de la infraestructura eléctrica de distribución.
Lo segundo es que las críticas a esta decisión comercial y financiera, no política, son justas y válidas. No obstante, la misma necesita ser explicada, de manera racional y no emotiva, porque como dice una conocida frase: “en los detalles es que está el diablo”. Las críticas son justas porque la gestión comercial de una concesionaria de distribución, como son las EDEs, no debe hacerse de manera “conjunta”, como sería el caso de desconectar un circuito e interrumpirle el suministro en atención a su nivel de pérdidas, sino que la misma debe ser individualizada. O sea, cortarle la luz al cliente que no paga. Sin embargo, dos problemas entrelazados se presentan como obstáculo frente a esa decisión. El primero es que, por la falta de gestión, lenidad o incompetencia histórica, las EDEs mantienen alrededor de 800,000 usuarios del servicio eléctrico, no clientes, que consumen la electricidad de manera gratuita, constituyendo más del 60% del déficit financiero de US$1,500 millones anuales. El segundo es que su regularización, conversión de usuarios en clientes, requiere tiempo y cuantiosas inversiones –medidores, acometidas, cableado, etc. En este sentido, no estamos hablando solamente de los US$1,500 millones del subsidio al déficit operacional sino también de unos US$300 millones anuales de inversión. Por otro lado, y en función de la experiencia histórica, regularizar 800k de consumidores gratuitos de energía implica convertir en clientes unos 22,300 por mes en cada una de las EDEs trabajando los 365 días del año, una tarea, ciclópea por demás, aunque algunos la presenten como si fuera una nimiedad.
En este sentido, y con el fin reducir el nivel de pérdida de energía diseñamos e implementamos, durante mi gestión como Superintendente de Electricidad (2004-2011), en coordinación con EdeEste/AES, el “Plan 24 Horas” que inició en Hato Mayor y El Seibo y, posteriormente en la populosa barriada de Villa Juana. El mismo consistía prima facie en segregar los barrios con elevados niveles de pérdidas de los circuitos de las EDEs, a los cuales se les aplicaba un Plan de Racionamiento en función de las mismas (Circuitos A, B, C, y D). En el entendido, primero de que en estos circuitos de elevadas pérdidas mientras más energía se suministra más se pierde y segundo, que mientras más energía se suministra a los circuitos con reducidos niveles de pérdidas, mayor margen operativo de beneficio –ingresos por venta- tienen las EDEs. Dos vectores en dirección a la sanidad financiera, menos pérdidas y más ingreso. Ahora bien, quienes primero deben tener conciencia de que esta debe ser una medida extraordinaria, temporal y de emergencia, a los fines de detener la hemorragia financiera de las EDEs, mientras se recupera el tiempo perdido mediante una gestión eficiente, es el actual Consejo Unificado de Administración de las EDEs (CUED), al que hay que reconocerle que ha empezado a tomar el toro por los cuernos. En este sentido, es fundamental que se cumpla al pie de la letra el compromiso prometido, 4 horas de interrupciones y no más. Que se evite solapar los mantenimientos o averías con el plan de gestión de demanda. Que se corrijan las sobrefacturaciones y se les dé respuesta oportuna a las quejas de los clientes. Sobre este particular, un insumo fundamental para la gerencia de las EDEs proviene de los fallos emitidos por Protecom/SIE, el cual debe ser visto como un aliado para mejorar la calidad de servicio de las distribuidoras. Y, por último, entre otros aspectos, el gobierno debe apuntalar la voluntad política de corregir el deterioro de las EDEs, evidenciada en la designación de Celso Marranzini, redirigiendo los beneficios de Punta Catalina y Fonper para financiar los programas de inversión en regularización y combate al fraude eléctrico planificados por la nueva administración. Démosle pues un compás de espera y evaluemos por resultados.