Coincidiendo anteayer en la Universidad Autónoma (UASD), el presidente Luis Abinader y el expresidente Leonel Fernández estrecharon y alzaron sus manos emitiendo un doble simbolismo unitario ante los riesgos derivables del colapso del Estado haitiano.
Basado en su experiencia, antes de nacer la República, Juan Pablo Duarte advirtió: existen dos clases de dominicanos: los “buenos” y los “malos”. En el madero de la Pasión de la sobrevivencia y consolidación patrias, diestra y siniestra ocupan.
Hoy, sobre RD penden retadores riesgos, derivados de una implosión del gobierno haitiano bajo o sobre la cual gravitarían ideologías radicales, igualitaristas y redentoristas de la peor estirpe: esas que —por experiencia sabemos— donde lograron triunfar impusieron regímenes políticos de brutalidad atroz, la ferocidad ilimitada del Poder, la deshumanización y destrucción del sentido colectivo, entronizando, finalmente, el Estado de cuasi naturaleza, la fuerza de las armas sobre todo sector social, sin excepción.
—Sólo son bandas delincuenciales— minimizan muchos. Subestima los discursos e “ideologías” que nutren acciones de tal naturaleza. No es anomia sin propósito o “justificación”. Partidastros, sí. Su combustible es la venganza pseudo clasista: odios, ambiciones instintivas de riqueza y poder; manifestaciones violentas del resentimiento social acumulado contra quienes, para ellos, encarnan un status quo que consideran perjudicial: “causante” de su lastimera situación.
Patología social. Más profunda y arraigada que la imaginable por el dominicano común. Bulle ígnea en mentes y sentimientos de líderes —empoderados o procuradores de poder— carentes del básico respeto y noción de Ética de la responsabilidad. Enajenados y enajenantes de su pueblo; elevan la racialidad a grados superlativo; considerándose víctimas, merecedores de cuanto existe y pueda existir en la insularidad escindida, exigen y postulan la unificación: desde allá.
No son simples bandas. Ejércitos de tales fines, sí. Su avance significa la reestructuración de Haití desde abajo; la reconfiguración del Poder desde esos exponentes de su base social. Y conducirá a lo que en el pasado y durante siglos produjo: caos mayúsculo; gobiernos sanguinarios entronizados: inhumanos, de pretensiones destructoras y paradigmas tan ridículos como “Marqués del mango”, “Conde de la cereza”… ¡Y un gobernante emperador!
¡Historia fuerte es, recordad!
Los “malos dominicanos” definidos por Duarte “mamonean”, rechazando integrarse al país unido —sin vacilaciones ni pendejadas— alrededor del objetivo dominicanista cardinal: defender y preservar la soberanía.
Esta obligación —empero— no es transaccional. Cumplirla tampoco admite solicitar/conceder canonjías, “facilidades” ni impunidades. ¡Quien defraudó al gobierno que pague, caro! Y enseñarás.
La unidad y defensa nacionales en tales coyunturas es deber al que la Constitución obliga al establecer “como deberes fundamentales de las personas los siguientes”: “3) Prestar los servicios civiles y militares que la Patria requiera para su defensa y conservación, de conformidad con lo establecido por la Ley”. Y “9) Cooperar con el Estado en cuanto a la asistencia y seguridad social, de acuerdo con sus posibilidades” (numeral 3ro., artículo 75).
¿Hay quienes, habiendo desempeñado cargos gubernamentales relevantes, pretenden ignorar aviesamente tales obligaciones con la nación?
Nuestro sistema político está conminado a atender el llamado oficial a la unidad nacional para preservar a RD de las amenazas expuestas.
Valoremos, pues, la unidad frente Haití de Abinader y Fernández.