Cuando dos personas tienen el mismo segundo nombre y el mismo apellido, y pertenecen a un mismo conglomerado social, como es el caso de un partido político, en algunas ocasiones suelen ocurrir confusiones.
Un día el presidente Joaquín Balaguer ordenó preparar un decreto que designaba a un subsecretario de Estado de Relaciones Exteriores, pero cuando confeccionaron el mismo solo pusieron el segundo nombre y el apellido del designado.
Un dirigente de la base del Partido Reformista pensó que se trataba de él, hubo una algarabía en todo el barrio e inmediatamente empezó a prepararse para ir a juramentarse: buscó un saco prestado con los vecinos, le dijo a un grupo de sus seguidores que al otro día iban para Palacio y rápidamente se hizo de una dentadura postiza para cubrir los dientes faltantes.
Al otro día fue recibido en la casa de gobierno para tomarle el juramento. El general Pérez Bello le comunica al presidente que ahí estaba el recién designado vicecanciller y el presidente lo recibió, pero por sus problemas visuales no pudo percatarse del físico del individuo y entendió que quien había llegado era el que había designado.
Una vez terminada la ceremonia, se dirigió al señor y le hizo un comentario. En ese momento se dio cuenta de que se trataba de otra persona y no a quien él entendía había nombrado.
Lo que sucedió fue que ambos personajes tenían el mismo nombre, El presidente quería designar un exembajador nuestro en varias misiones, pues lo había recibido hacia unos días, pero el que fue y celebró cuando oyó el decreto era un dirigente barrial perteneciente al grupo de Mario Reid Vittini,
Cuándo el individuo sale del despacho presidencial noto el ceño fruncido del mandatario, y pregunto al general: ¿qué pasa?. El presidente me escucha y cuestiona en voz alta: ¿y quién es ese señor?.
El secretario de la Presidencia, que estaba presente, no sabía ni qué contestarle. Salió apresurado del despacho a hacer la misma pregunta, hasta que Mario Reid Vittini le contesta: “Pero ese es Cuquito, el de la base”.
El presidente ante la confusión no hizo reparo y dejo que ejerciera sus funciones. El señor llegó a Cancillería con una cantidad de personas impresionante para asumir su puesto.
En el ejercicio de sus funciones trataba de ayudar a su gente y más que otra cosa era un activista político exitoso. Cuando Reid Vittini es nombrado gobernador del Banco Central, el 18 de agosto de 1993, en pleno fragor de la campaña para las elecciones del 1994, designó al señor en una de las más altas posiciones jerárquicas de la institución.
De la noche a la mañana aquel individuo con una precaria preparación, se vio encumbrado y convertido en todo un funcionario del más alto nivel del Estado. Desde luego, cada vez que hacía unas de sus travesuras, don Mario decía: “las cosas de Cuquito”. Yo agregaría: “las cosas de Balaguer”.