La primera señal llegó cuando el presidente Abinader, al ser consultado sobre la cosa, dijo que con Magín Díaz “no había hablado de reforma fiscal…. todavía”. En la palabra “todavía” estuvo el detalle.
Luego llegaron las reuniones con los sectores. La más reciente con la élite económica del país, que una frase resume, “queremos trabajar de la mano con todos los sectores que generan valor a la economía en una frase. El diálogo será la base para construir una política fiscal moderna, eficiente y sostenible”. En la palabra “fiscal” está la vaina.
Eso sí. A partir de ahora, la clase media deberá estar alerta, pues cuando están en malas, los gobiernos sacan a pasear la bandera y comienzan a pensar en una reforma fiscal integral, que en el caso dominicano tiene 12 años de retraso.
Ahíta de déficit y endeudamiento, faltosa de fondos para gastos de capital, la economía dominicana necesita ajustar sus cuentas, para lo que deberá revisar los textos del nada economista, Sir Floirán Antonio Ríos, pues así como en el amor, según el bardo, “es mejor para convivir, comprender más y amarse menos”, en lo de administrar un Estado es mejor para sobrevivir gastar menos y gobernar más. Más exactamente, gastar mejor, con mayor calidad.
En la intención de gastar con mayor eficiencia, transparencia y equidad han estado todos nuestros gobiernos desde 2008, que fue el año en que se inició el déficit fiscal que hoy nos amenaza, lo que nos lleva a recordar al otro bardo (nada contralor ni financista), Javier Celaya, pues “con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio”, en lo de los números nacionales los dominicanos “estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo”. Corregimos o nos hundimos. Sin olvidar que, si bien unos llegaron nadando, otros lo hicimos en botes y otros en yates, todos navegamos en el mismo barco.
Hoy, en el país, existe cierta “unificación de criterios” en torno a la necesidad de realizar la reforma fiscal. Para hacerlo, para gastar con la mayor racionalidad posible sin ceder a lo insaciable de ciertas élites o a la tentación maldita del clientelismo y la profesionalización de la pobreza, el gobierno tiene a su disposición, además de otros instrumentos, el Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN) que permite identificar a quienes su pobreza les hace merecedores de la mano solidaria del Estado. Manos a la obra.