El retorno del militar haitiano, Guy Philippe, un buscapleitos de toda la vida, que estaba cumpliendo condena en Miami por acusaciones de tráfico de dinero y otros delitos, es lo menos que necesitaba Haití en estos momentos de incertidumbre. Es una piedra en el zapato de la política.
Aunque educado como cadete en una de las escuelas militares de más prestigio de la región, la Eloy Alfaro, de Quito, Ecuador, Philippe es un “perro huevero”, ligado siempre con las bandas de militares disidentes y afiliado a las causas de perturbación de su país desde hace años cuando era un jovencito.
Su presencia de vuelta en Haití, cuando los Estados Unidos lo depositaron cándidamente en el aeropuerto internacional, donde lo esperaban algunos seguidores, anticipa que algo hará el exteniente del Ejército de Haití, donde podría lanzar su candidatura presidencial en las anheladas elecciones.
Ligado siempre al tigueraje, a la República Dominicana tiene que inspirarle preocupación que Philippe haya vuelto y que, de una forma u otra, pueda participar en la brega que tiene su país para torcer el brazo dominicano para la construcción de un canal derivado del río Masacre para beneficio del otro lado.
Por su conocida trayectoria, el militar y político que aspiró y ganó las elecciones por Grand`Anse, el Departamento del sur cuya capital es Jéremie, fue impedido de ocupar la curul y mientras estaba en una entrevista radiofónica, la Policía, apoyada por Estados Unidos, lo apresó y extraditó a Miami.
Su presencia en Haití ha causado comprensible alarma en momentos en que el gobierno cojo del primer ministro Ariel Henry no puede lidiar con las bandas armadas que cometen asesinatos, secuestros y asaltos por todo el país, amenazando hasta Cabo Haitiano que vive del turismo y es un sector apacible.
Wikipedia señala a Philippe como “líder militar y señor de la guerra”. Él no conoce otras actividades, desde que en el 2004 participó en el golpe de Estado contra el presidente Aristide, a quien parte de la oligarquía acusó de haber dañado la economía de Haití y haber permitido el bandidaje.
Excepto el despliegue normal para un tema de la envergadura, los dirigentes políticos dominicanos mantenían hasta ayer cierto silencio, afanados como están en completar las planillas de candidatos congresuales y municipales para las elecciones venideras.
El presidente Abinader tenía su agenda ocupada el fin de semana y más bien prestaría atención a la selección de su partido en el Distrito Nacional, donde al parecer habrá una sustitución de la aspirante a senadora Faride Raful, hacia un aliado opositor, el doctor Guillermo Moreno.
También Abinader, que ya acaricia las encuestas que les favorecen para ganar en la primera vuelta, esperaría con interés los resultados de una nueva encuesta de Greenberg-Diario Libre, considerada por una fuente interna “la verdadera independiente” y que será divulgada el lunes.
Ligazón con RD
Si bien Philippe fue entrenado como oficial regular en el colegio Eloy Alfaro, de Quito Ecuador, su calistenia y movimientos conspirativos contra el régimen empieza en Haití en el año 2000, los hizo con la complicidad de las autoridades dominicanas, que se hacían de la “vista gorda” en el Faro a Colón.
Por las amplias aceras del Faro, el conspirador haitiano se entrenaba en civil con un grupo de otros ex militares haitianos y descansaban a tomar cerca en un colmado bar que era propiedad de un reformista a través de otra persona. Se cree que la embajada norteamericana estaba bien al tanto.
Los planes de conspiración contra Aristide fueron acelerados ante la llegada al poder del doctor Leonel Fernández el 16 de agosto de 2004, quien había ofrecido ser neutral y respetar las buenas relaciones con Haití. El ingreso por la frontera de Philippe y su grupo aceleró la conspiración contra Aristide.
Solo los fuertes vínculos que tuvo el militar con sus colegas dominicanos le permitían manejarse libremente en Santo Domingo y organizar el grupo armado que finalmente ingreso por Dajabón hacia Cabo Haitiano para montar la conspiración que fue minando la base del presidente Aristide.
Tras su llegada a Puerto Príncipe el jueves, Philippe fue llevado a la comisaría de la Policía para ser interrogado, un procedimiento normal en estos casos que nada tiene que ver con posibles nuevos sometimientos porque al parecer no tiene nuevas cuentas pendientes.
Mientras tanto, Haití tuvo el viernes numerosas marchas por razones diversas, pero todas ligadas con la deteriorada situación política, los secuestros y los abusos que cometen las bandas armadas por todas partes. Una de las mayores tuvo lugar en Jacmel, en el sur, donde está secuestrado un municipal.
Podría haber lucha
Con las bandas confederadas dirigidas por Jimmy Chérizier, Barbecue, lo que podría avecinarse es una lucha por el poder. Philippe perdió siete años en prisión en el extranjero mientras se desarrollaron acontecimientos políticos extraordinarios, como el asesinato del entonces presidente Jovenel Moïse y la formación de las bandas.
Philippe podría recurrir a sus viejos amigos, remanentes de los ton ton mcoutes duvalieristas o antiguos adversarios de la Familia Lavalás del ex presidente Aristide, que siguen siendo una fuerza popular importante. Philippe no tiene base política, aunque se le vincula con otro ex presidente, Michel Martelly.
La eventualidad de que entre en acción el contingente militar de Kenia, para lo cual se busca en el exterior apoyo económico para trasladar los batallones, construir barracas y sufragar el avituallamiento de un número de militares extranjeros que podrían llegar a los 5,000, le está dando fuerza a cierto sentimiento nacionalista.
Se cree que Philippe quisiera ser el líder de un eventual movimiento nacionalista haitiano, el cual podría atraer a grupos vinculados ahora a las bandas. Se cree que su vieja conexión con oficiales dominicanos no le ayuda, porque excepto los que siguen al ex presidente Leonel Fernández, la mayoría están alineados junto al régimen actual de Abinader que se da por ganador de las elecciones de 2024.
En cualquier circunstancia, la presencia de Philippe de vuelta en Haití establece un mal momento para el primer ministro Henry, cuya aparente primer esfuerzo será lograr la organización de las elecciones en las cuales deberán aparecer caras nuevas o miembros del actual Senado en receso.