Ayer participé en algo que me marcó profundamente: la Mesa Técnica de Género y VIH-SIDA realizada aquí en Dajabón. Fue un espacio donde se habló con seriedad y humanidad sobre un tema que muchas veces evitamos: el VIH, no solo como virus, sino como un reflejo de desigualdades sociales, de estigmas y, sobre todo, de realidades que no queremos ver.
Escuchar testimonios, datos y propuestas me hizo pensar en cuántas personas viven en silencio, con miedo, con barreras que van mucho más allá de lo médico. Allí comprendí —de manera más viva, lo importante que es hablar de la Ley 135-11, una norma que existe en República Dominicana desde 2011, pero que muchas personas todavía desconocen.
Esta ley es clara: toda persona que vive con VIH tiene derechos. A recibir tratamiento gratuito. A que su condición sea confidencial. A que nadie pueda rechazarle en el trabajo, en la escuela, o en el sistema de salud. También establece que las políticas deben aplicarse con perspectiva de género, porque sabemos que el VIH no afecta igual a todos: las mujeres, las personas trans, los jóvenes, y quienes viven en zonas fronterizas como la nuestra enfrentan desafíos particulares.
Lo que viví ayer en la mesa técnica fue un llamado. No solo a conocer la ley, sino a exigir que se cumpla. Porque todavía hay discriminación. Todavía hay personas que no se atreven a hacerse la prueba por miedo. Todavía hay quienes pierden su trabajo o su dignidad solo por vivir con el virus.
Como mujer joven, como parte de esta comunidad, y como ciudadana comprometida con el respeto y la justicia, no puedo quedarme callada. Participar en esa mesa técnica me hizo sentir parte de algo más grande: de una lucha por derechos humanos, por salud con dignidad, por una sociedad donde no se excluya a nadie por su diagnóstico, su género o su forma de amar.
Hablo hoy desde Dajabón, pero este mensaje es para todos: el VIH no debería ser sinónimo de vergüenza. Y la Ley 135-11 no debería ser solo un documento en papel. Debe ser una herramienta viva, activa, defendida desde cada barrio, cada aula, cada hospital.
Invito a más jóvenes, más mujeres, más voces a unirse. A informarse, a participar, a levantar la mano en espacios como la mesa técnica, donde podemos pasar del silencio a la acción. Porque solo hablando claro, con respeto y sin prejuicios, podemos construir la sociedad que merecemos.
Por: Yameirys Acevedo.