Desde hace muchos años, el país saca malas notas en el mantenimiento y conservación de la infraestructura pública.
Se ha hecho costumbre construir una carretera, una escuela, un hospital, un puente o un parque, pero no se les mantiene en óptimas condiciones para que rindan la vida.
Por eso su vida útil prevista suele ser más corta, sin que parezca preocupar a las autoridades.
Esa cultura, muy distinta a las de los países desarrollados donde al menor hueco en una vía aparece la brigada de mantenimiento, resulta muy costosa.
Es una lástima que el Museo Sacro de La Vega, que reúne piezas de gran valor porque vienen de la época colonial, haya tenido que cerrar porque las lluvias penetran a su interior y la mayoría de su personal fue cancelado.
Un museo como este no solo es digno de un esmerado cuidado, sino que también debe estimularse a la gente para que lo visite y aprecie las primeras acciones cristianas en la Isla de Santo Domingo.
Restaurar el museo, dotarlo de personal capacitado para guiar a visitantes y aprovechar su valor histórico-cultural, debe ser una prioridad para el gobierno.
El turismo es el motor de arranque de la economía dominicana en el presente y en el futuro, por lo que defender y conservar los valores culturales en todo el país, es un imperativo para ganar visitantes de alta calidad.
Ojalá que el rescate y puesta en operación del Museo Sacro de La Vega sirva de punto de partida para recuperar, una a una, todas las salas de ese tipo a lo largo y ancho del país.