En apuestas, guerras y competencias plebiscitarias, si quienes ganan gozan, quienes pierden sufren. Cuando triunfar es sarcasmo y los victoriosos padecen más que los subyugados, la incredulidad satura las palabras; sólo importan los hechos.
Ese péndulo interpretativo calibra los efectos emocionales de la más reciente edición de la encuesta nacional que anteayer entregó la ponderada como veraz firma Gallup, por encargo de un grupo de medios.
En ella, como afirmamos en nuestra columna del domingo 05, el candidato y presidente de la República Luis Abinader Corona continúa favorito, recabando a su favor 55.2%, 58.3%, 54.6% y 68.4% en decisión de voto, idea de quién ganará, ganador preferido y triunfo en primera vuelta, respectivamente. Una tétrada favorida potenciada por un partido gobernante (PRM) mejor valorado (48.7%) que las demás organizaciones. Son —sin informar aún el porcentaje de abstención proyectado— cifras duras de roer y, por esta causa, pocos comentarios habrán de esperarse de adversarios deseosos de ver el tema morir rápido.
Una conducta que podría revelar el desasosiego que dicho estudio de mercado llevaría a quienes adentro y afuera del partido oficial anhelan otra realidad: faltando pocos días de tal publicación “delataron” que traidores internos se preparaban para abandonar la naos cuando en política ¿se rechaza la identidad, enajenándose del triunfador más probable? Otros: “explicaron” cómo en medio de una situación económica y personal declarada adversa por los encuestados, Abinader concitaba tal respaldo.
Quizás sean quejas, advertencias de conductas propias o clarinadas cobardes —¿puede saberse?, para enjabonar salcochos.
Contrariamente, el hecho verificado es que la simpatía a favor del presidente Abinader persiste en describir una tendencia creciente desde inicios del presente año y, con mayor consistencia, desde que él oficializó su candidatura e inició su campaña, definiendo un arranque virtuoso.
¿La causa política? La estima en auge que Abinader concita. Además: los estrategas de sus opositores y competidores internos y externos no calibraron justamente que están sensiblemente afectados por el descreimiento público y para compensarlo no presentaron discursos alternos, renovados oportunamente. Tampoco logísticas convincentes de haber enfriado la rivalidad ostensible entre los líderes máximos que compiten contra el PRM y el Presidente. Su efecto les redujo las probabilidades de desarrollo y, aunque el 48% estima que constituyen un riesgo para las aspiraciones oficialistas, las claves políticas ocultas de la “real politic” han creado realidades contribuyentes al triunfo PRMista, especialmente las derivadas del manejo de la justicia independiente, cuya interpretación pies juntillas de su guion político genera una cara de triunfo fáctico, entretanto su lado oscuro, imprevisible, artero, ¿existe?
Esta Gallup postula que la política modela —más que la economía y demás problemas nacionales— las decisiones y criterios de sufragantes conectados a las subestimadas plataformas mediáticas y a las redes sociales.
Y que la imagen —del candidato, del partido gobernante y del gobierno— propicia estos niveles de simpatías copiosas y favorables, en medio de las declaradas situaciones económicas adversas que los encuestados confesaron sufrir, sugiriendo que tenemos un electorado mejor educado, más consciente de las causas de los retos nacionales; defensor de su soberanía; informado de las iniciativas oficiales y, ante su propio destino, mucho más responsable.