Recientemente el ministerio de interior y policía y la dirección de la policía nacional, manifestaron que se desligan de los excesos que cometen los agentes del orden. Y necesariamente este escrito que hoy proponemos se relaciona directamente con esa posición organizacional.
Lamentablemente las políticas públicas emanan del liderazgo y la influencia de los principales ejecutivos que las formulan. Pero la supervisión de los agentes del orden, tienen una relación directa con el director de la policía nacional, quien en ningún caso, puede desligarse de la actuación de ningún miembro de la organización que dirige.
Aunque hemos sostenido la hipótesis de que podría existir alguna agenda escondida, que podría tener como finalidad la destrucción total de la Policía Nacional, y que los resultados que hoy se critican, de alguna manera favorecen a la seguridad privada del país, queremos situarnos en lo que denominamos la verdad organizacional.
Es que las organizaciones son lo que son su gente. Recuerdo un consejero en el área empresarial que decía: “somos damas y caballeros al servicio de damas y caballeros”. Y al final este es el círculo que puede distinguir los momentos de verdad.
Vale la pena retomar este criterio de los momentos de verdad y situarnos en el servicio que presta la policía nacional a la comunidad.
Lastimosamente miles de momentos de verdad positivos de conductas ejemplares de los agentes no son reconocidos, aunque como contrapartida cientos de casos de maltratos a la ciudadanía si se difunden y son los momentos de verdad que la gente recuerda.
Se dice que una manzana podrida puede dañar a las demás. Y de repente la contaminación que ya se tiene en esa importante entidad “aún no privatizada”, implican docenas de manzanas podridas e incluso la existencia de caballos de Troya, a cargo de un gran sabotaje institucional, y a la vanguardia de la destrucción de la imagen y credibilidad de la uniformada.
En la medida que la criminalidad ha ido ganando terreno y que prácticamente nos hemos adentrado a la tenencia de islas narcotizadas, las características de un narco estado se dejan sentir, con casos que anteriormente eran muy aislados, pero que hoy en día, muestran una frecuencia pronunciada.
Ya no es posible señalar como hechos aislados, los abusos que contra la ciudadanía se cometen a diario en cualquier parte del territorio nacional.
Y lo peligroso del asunto es, que como contrapartida, los desaciertos del gobierno echan cada día mas leña al fuego, y la irritabilidad de la población está a flor de piel.
El momento de verdad, normalmente se define, cuando quien debe prestar un servicio tiene contacto con su cliente y deja en él una impresión y valoración. Ese contacto, puede ser por cualquier miembro de la organización si tiene algún contacto con el cliente.
Vale la pena sin embargo hacer una distinción y es que en el caso de los agentes del orden, no se trata de un servicio que el ciudadano busca, sino que más bien pueden ser percibidos como intrusos que llegan a un lugar para poner el orden.
Y claro está, la gente que está en sus ambientes, normalmente se resiste a que sus formas de compartir sean modificadas o prohibidas, percibiéndose como abusos o caprichos por parte de los agentes.
Esto sin obviar también el compromiso con las mordidas que se dice tienen muchos agentes para hacer caso omiso de lo incorrecto.
Esta reactividad se ha convertido en rechazo de la población, mientras los agentes que entienden deben hacer su trabajo, actúan a la defensiva o de forma agresiva, produciéndose entonces la agresión física, enfrentamientos o abusos de poder.
Construir momentos de verdad positivos cuando llega la policía nacional donde no se están cometiendo delitos, debe tener algún protocolo pro activo y respetuoso por parte de los agentes del orden, de forma tal que en los casos de que se necesite intervención o la detención justa de alguna persona, no tengan que producirse tantos actos de violencia.
Los casos más frecuentes que son compartidos por suerte en las redes sociales, se trata de la resistencia que la gente muestra, cuando se tiene el entendido, de que los agentes del orden no tienen potestad para realizar actuaciones específicas, sin una orden judicial o sin la presencia de algún fiscal.
Ya iniciamos el último trimestre del año, y lamentablemente hemos sembrado vientos, con tantos momentos de verdad negativos en la relación de la policía nacional con la comunidad. Ya nos acercamos nuevamente a las fechas de las fiestas navideñas.
Seamos sensatos, minimicemos los riesgos de más violencia, ajustemos los protocolos. “Amor no quita conocimiento. Lo cortés no quita lo valiente”,.
Todo el país quisiera el poder confiar y contar con la policía nacional, pero la realidad es otra. Una de las dudas que se tiene en cada caso, es si la versión oficial que emite la institución del orden obedece a la verdad.
La reactividad del la población está a flor de piel. Ya tuvimos una experiencia que no fue plausible con las medidas que irritaron de más a la población en los tiempos navideños.
El desafío de una policía nacional que debería proteger y no maltratar a la población, hace rato fue aceptado por la comunidad.
No importa quién porte el uniforme o las armas. La credibilidad se ha perdido y la falta también. Aunque tampoco es posible dejar de hacer el trabajo para perseguir el delito y mantener el orden público.
La verdad organizacional de la policía nacional constituye un gran reto para la paz social en el país.
Hasta ahora, las medidas anunciadas y tomadas, han llevado más predisposición a la comunidad. Si no hacemos ajustes oportunos, este diciembre traerá más violencia en muchos barrios y municipios del país, quienes no dejaran de hacer sus teteos y exhibirán nuevas bocinas, con o sin las patrullas policiales.