El ser humano tiende a buscar explicaciones complejas para situaciones simples. Nos encanta complicarnos la vida, y, aún teniendo frente a nosotros la razón evidente de tal o cual situación, buscamos explicaciones alternativas con tal de renegar lo obvio.
A veces apelamos a tesis conspiranoicas, algunas de las cuales llegan a rozar el absurdo; pero igual nos sirven, porque con ellas podemos hacer que la realidad coincida con la visión que tenemos sobre ella; ajustando los sesgos a los hechos; renunciando a la objetividad y el rigor. El problema reside cuando las teorías de conspiración coinciden con la realidad, o peor aún, cuando más que explicar la realidad, la superan.
En el caso del Jet Set, por ejemplo, sobran motivos para pensar que, en torno al velo de silencio desplegado tras la tragedia, hay una pensada y decidida intención de echar tierra a los muertos; de hacer que todo un país olvide una desgracia nacional; que se relativice al punto que el “ná e’ ná” la sitúe en un lugar difuso de la historia, algo que pasó hace mucho tiempo…
Hay que decirlo así, de esa forma, porque cuatro meses después, 236 muertos claman justicia, y esta sociedad –tan presta a señalar, acusar y juzgar–, hace silencio, un silencio que se agranda cada día. Ni qué decir de la prensa nacional en sentido general; periodistas, comunicadores, escribidores, columnistas, influencers, tuiteros, instagramers o tictokeros, que, en su inmensa mayoría, guardan un silencio que va más allá de la indiferencia, para situarse en la complicidad.
En la República de la Impunidad Dominicana, el mismo gobierno que hizo de la lucha contra la corrupción su bandera de campaña; el que asumió como línea llevar a los tribunales a quienes incurrieran en ilícitos, guarda silencio y deja todo al debido proceso… en un país donde unos son más iguales que otros.
El Estado no sólo incumplió con su deber de supervisión con el transcurrir de los años, sino que, acaecida la tragedia –una que pudo evitarse–, continúa rehuyendo con su deber de evitar que vuelva a pasar de nuevo. Si no, ¿Dónde está la propuesta normativa para supervisar las edificaciones civiles y cuál es su estado de ejecución? ¿Dónde está el informe a ser realizado por el equipo técnico nacional e internacional conformado por presidencia, anunciado por su vocero, el 10 de abril?
En lo que el caso sigue el curso del debido proceso, ¿se limitará el gobierno a apoyar a las familias afectadas a través de programas sociales especiales (¡y que bien que así lo hace!) o asumirá un rol más activo que se corresponda con el dolor que sufre una sociedad rota?
Una sociedad que ve cómo [casi] todos los poderes fácticos se alinean para echar tierra al caso, como si esos muertos, lesionados y huérfanos, no dolieran.