Abriendo cualquier diario dominicano, un visitante extranjero con un mínimo de perspicacia, descubrirá que está en un país con dos realidades: una propagandística para sacar provecho electoral; la otra, real, lacerante, lastimera, angustiante y desesperanzadora.
Son las mismas dos República Dominicana de que habló en agosto de 2013 la doctora Licelot Marte de Barrios, cuando era presidente de la Cámara de Cuentas.
Una en la luz con todas sus carencias, otra en la sombra amasando las fortunas robadas al erario por políticos, empresarios, militares, policías, abogados, periodistas, sociedad civil y religiosos, con las honrosas excepciones.
Viviendo en el paraíso
Ayer nos enteramos de que este país es un portento de crecimiento económico, confiable para invertir, seguro para transitar las calles e ideal para vivir con pleno confort en el Caribe.
No tengo espacio para exponer ampliamente los ejemplos del país ideal que tenemos pintado en la propaganda oficial, por lo que solo pondré tres ejemplos.
El gobierno de Luis Abinader y el Partido del Perredeísmo Moderno (PRM) nos dijo ayer que gracias al esfuerzo denodado del señor Víctor Bisonó al frente al Ministerio de Industria, las zonas francas tienen 196,290 empleos directos formales a junio pasado, 254 nuevas empresas aprobadas en este gobierno, subiendo a 804 empresas en operación en 86 parques.
Ese formidable trabajo ha generado 4,039 millones de dólares exportados en el primer semestre.
Sobra decir que esas cifras grandilocuentes dicen muy poco para el bienestar del país porque las importaciones de materias primas de las zonas francas no pagan arancel y las empresas no pagan impuestos de sus ganancias.
Resultado: El único beneficio es el salario de los operarios, que tiene que pagar impuestos directos para quienes ganan más de 34,685 pesos mensuales, e indirectos, para ellos y para los que ganan salarios mínimos, a través del Itbis, los combustibles, las telecomunicaciones, las transferencias bancarias, entre otros.
Otro paraíso envidiado es el sector Turismo, que sigue viento en popa exhibiendo cifras bárbaras de crecimiento por la llegada de visitantes. El 11 de julio el ministro David Collado informó que entre enero y junio habían llegado al país 5,3 millones de visitantes no residentes, para un crecimiento del 10% con relación al primer semestre de 2022, que entraron 4,1 millones de personas.
Pero como el progreso no se detiene, la llegada de visitantes a República Dominicana saltó a 6,2 millones en enero-julio de este año, “lo que representa un crecimiento del 27% con respecto al mismo período de 2022”, cuando arribaron 4,9 millones de personas.
“Esto nos muestra, de manera clara y precisa” –afirmó Collado-–, “que estamos más cerca de la meta de los 10 millones de turistas al cierre del año”.
Collado debe calcular bien porque si en julio llegó casi un millón de turistas al país, entre agosto y diciembre, a ese ritmo y temporada alta, deben llegar más de cinco millones de visitantes, que sumados a los 6.2 millones hasta julio, serían ¡Once millones de turistas! ¿Qué pasa?
Sectores parásitos
¡Excelente maravilla! ¿Y para qué sirve ese enorme crecimiento de visitantes si las empresas turísticas están exentas del pago de impuestos y solo los asalariados –en condición de semi-esclavitud- tributan al fisco en las mismas condiciones que los trabajadores de zonas francas que he descrito antes?
Si la pujanza de esos dos sectores (Turismo y Zonas Francas) se tradujera en tributación al Estado para construir las modernas carreteras que tienen, la energía subsidiada que reciben, los servicios de agua, recogida de basura, patrullaje policial, asistencia de salud, entre otros, se justificara la algarabía que embarga a Bisonó, Collado y al mismo Abinader.
Pero hay más noticias positivas: La empresa César Iglesias, en un pomposo acto encabezado por Abinader para dar el campanazo, abrió sus acciones para que cualquiera pueda invertir en ella, lo que se propaga como una muestra de confianza en el porvenir del país.
¡Excelente! Esos empresarios no necesitan más capital, sino, por el contrario, quieren compartir la oportunidad de ganar dinero a quienes quieran invertir comprando acciones. Los entiendo perfectamente.
El país real
Mientras la propaganda atosiga a la gente mostrando las bondades del “crecimiento” económico, cuando las personas van al mercado, supermercado, colmado, ventorrillo, se acercan a la furgoneta platanera, a la farmacia, a las estafetas de pagos de luz, entre otros negocios, se encuentra con la realidad: precios caros, facturas tan altas como los apagones y la única respuesta es anuncios, nuevos anuncios, picazos y palazos inútiles.
Miren qué espectáculo tan diferente encontramos debajo de la alfombra.
A coger prestado otra vez
El gobierno envió al Congreso la reformulación del Presupuesto y anteayer le pegó una adenda con siete nuevos préstamos por más de mil millones de dólares para obras que están en ejecución actualmente.
Los préstamos son “necesarios” porque los sectores pujantes, los que el gobierno enrostra como puntales de la economía, no pagan impuestos y las mayores inversiones oficiales van a crearles condiciones para que sigan obteniendo ganancias.
Los nuevos préstamos que solicita el gobierno para que el Congreso le apruebe para gastarlos este año son: 100 millones de dólares para el Puerto de Haina. ¡Oh! ¿Y Aduanas no dice todos los meses que tiene ingresos récord?
Pide, además, 178,3 millones de dólares para la línea dos del Metro, 35 millones de dólares para un acueducto en Santo Domingo Norte; 70 millones de dólares para “fortalecer la cadena de valor alimentaria”. ¡Vaya usted a saber!
El gobierno quiere que el Congreso le autorice a coger prestados otros 600 millones de dólares para “la infraestructura vial”, cuando todos aquí pensábamos que con las alianzas público-privadas eso era pan comido y beneficio compartido.
Grita el gobierno para que los legisladores recuerden que les ha cumplido fielmente con la asignación de fondos para el “barrilón” que les garantiza un proselitismo permanente y ventajoso frente a aspirantes que no tienen ese gran caudal, lo que justificaría que le apruebe 250 millones de dólares “para construir ecoviviendas” y 240 millones de dólares para el inútil muro en la frontera.
Vean ustedes: el gobierno no tiene fondos propios –como los tenía Balaguer para construir las presas hidroeléctricas, viviendas, hospitales, escuelas y liceos- para el Metro, viviendas, carreteras, sostenibilidad alimentaria y tiene que recurrir a préstamos, a pesar de que las zonas francas están al máximo y el turismo es un ejemplo de recuperación para el mundo.
Inseguridad evidente
Si a esas dos República Dominicana les faltara algo, aquí tienen otras perlas.
Hace una semana, nos enteramos de que en Arroyo Cañas, Ocoa, cuatro hombres fueron asesinados al estilo sicariato, a la luz del día, sin que los ejecutores sean detenidos y los policías que nada saben –por si las moscas- fueron trasladados a Villa Altagracia, junto al coronel que era su jefe. ¡Borrón y cuenta nueva!
Hace nueve meses Daniel Martínez (El Químico) fue asaltado en la madrugada en su casa de Gurabo, Santiago, por una banda integrada por súper policías y un fiscal, quienes lo molieron a tiros, y sus asesinos se llevaron dinero, cámaras que registraron los hechos y se retiraron como un comando de sicarios al margen de la ley.
Al día de hoy, la Procuraduría General de la República ni nadie en este gobierno se ha interesado por llevar a la justicia al fiscal y a los gatilleros policías que cometieron este crimen vulgar.
¡Excelente país para venir de turista y para invertir en zonas francas!
Mientras la empresa César Iglesias hacía su pomposo acto en el Palacio Nacional para iniciar la aceptación de acciones, un corte de electricidad apagó la mansión presidencial para recordarles a los portentos del progreso, que en los barrios y pueblos la gente duerme derramando sudor, a los colmados se les dañan las provisiones, Mipymes cierran porque no pueden pagar las elevadas facturas de electricidad y las calles quedan a oscura.
Hay dos países, uno en la vitrina y otro de la gente que sufre y calla.