Estamos en un punto crucial (o punto de inflexión) para que la antorcha del crecimiento no se vaya apagando gradualmente.
Y la única vía para evitar que eso ocurra son las grandes reformas estructurales que el país necesita y que muchos se resisten entender.
Durante las tres últimas décadas, la República Dominicana ha sido una de las economías de más rápido crecimiento de la región, gracias a una combinación de reformas estructurales orientadas al mercado a principios de la década de los 90, condiciones externas favorables y un manejo prudente de la política monetaria y fiscal.
Sin embargo, los motores de este excepcional crecimiento están llegando a su límite, según el Banco Mundial, donde la política monetaria, estrecha su espacio de acción y la fiscal, continúa debilitándose. Hay problemas de productividad, un insuficiente capital humano, la ocurrencia de desastres relacionados con el cambio climático y distorsiones en mercados claves, incluyendo la asignación poco eficiente de exenciones y exoneraciones fiscales.
La altísima evasión en el pago de los impuestos es un muro de contención para el crecimiento de la economía y no hay un régimen de consecuencia que trate igual a los débiles y los poderosos. Estos últimos se sienten intocables, su avaricia no tiene límites y siguen abusando de su influencia y poder para burlarse de la ley.
Si queremos que esa antorcha del crecimiento no se apague, tenemos que abocarnos hacia una reforma estructural profunda, aunque sea implementada en forma gradual en el mediano plazo, pero que corrija las grandes distorsiones que existen en el régimen tributario, la seguridad social, el código laboral, la justicia, la educación, la salud y los servicios como la energía, el transporte y el agua potable.
El presidente Abinader ha mostrado un fuerte compromiso para abordar estos desafíos de larga data a través de un paquete integral de reformas con la que podemos diferir, discutir, objetar y hasta negociar pero que son inevitables para no caer en el destierro de los que no supieron enfrentar a tiempo el cambio de paradigma hacía un desarrollo sostenible.
Hemos dado grandes pasos en materia de transparencia, rendición de cuentas, confianza y una mejor calidad del gasto. Lo mismo ha sucedido con el efectivo manejo de la política monetaria. Pero ya eso no es suficiente para que la antorcha no se extinga gradualmente a pesar del gran aporte del turismo, las zonas francas y la inversión extranjera.
El presidente Abinader tiene en sus manos el futuro del país.