La designación de Robertico Salcedo como ministro de Cultura marca un punto de inflexión en la política cultural dominicana. Su llegada representa un cambio en la manera de concebir la gestión cultural, alejándose de un modelo tradicionalmente reservado a intelectuales y académicos, para abrir paso a una visión más pragmática, creativa y alineada con la realidad del siglo XXI.
El mundo ha cambiado y con él, la forma en que se produce, se distribuye y se consume la cultura. En la era del conocimiento, las redes y la inteligencia artificial, la cultura ya no es un lujo, sino un motor clave del desarrollo económico y social. La experiencia de países como Brasil, México, España y Colombia demuestra que cuando la cultura se gestiona con visión estratégica, se convierte en un sector dinamizador, generador de empleo y promotor de la identidad nacional.
Brasil, bajo la gestión de Gilberto Gil, integró la cultura con la tecnología, impulsando industrias como el cine, los videojuegos y la música, con resultados espectaculares. México ha seguido una ruta similar, combinando la preservación de tradiciones con el emprendimiento cultural, permitiendo que la digitalización expanda el acceso a las expresiones artísticas. España, por su parte, ha modernizado su patrimonio histórico y promovido su industria creativa con éxito global, como lo demuestra el fenómeno de La Casa de Papel. Colombia ha hecho de la economía naranja un pilar de su política cultural, apoyando startups y alianzas con empresas tecnológicas que han permitido a sus artistas competir en los mercados internacionales.
Estas experiencias nos dejan una lección clara: una política cultural exitosa no se limita a la conservación del patrimonio ni al financiamiento de eventos artísticos, sino que debe ser una apuesta integral que incorpore la innovación, el desarrollo económico y el acceso democrático a la cultura. La digitalización, las plataformas de streaming, las redes sociales y la inteligencia artificial han abierto nuevas fronteras, pero su impacto dependerá de políticas públicas que entiendan la cultura como un eje de transformación social.
Es en este contexto que la designación de Robertico Salcedo cobra especial importancia. Con su experiencia en medios de comunicación y producción cinematográfica, trae una perspectiva distinta a la gestión cultural. Su reto no será menor: trascender el espectáculo y consolidar una política cultural que impulse la creatividad, la industria cultural y la identidad nacional. No basta con preservar legados; hay que crear las condiciones para que el talento dominicano brille con luz propia.
Históricamente, la política cultural en República Dominicana ha sido vista como un aspecto secundario del Estado, sin el reconocimiento que merece como herramienta de desarrollo. Robertico tiene la oportunidad de cambiar esa percepción, de hacer que la cultura deje de ser un apéndice para convertirse en un verdadero pilar estratégico.
Su éxito dependerá de su capacidad para articular una visión inclusiva, donde la cultura sea accesible para todos, y donde la tecnología, el emprendimiento y la educación se combinen para fortalecer nuestra identidad y proyectarla al mundo. Sé que estará a la altura del desafío. Tiene la oportunidad, el conocimiento y la visión para marcar un antes y un después en la gestión cultural del país. Lo conozco. Sé que lo hará bien.