El presidente Luis Abinader anunció quince medidas concretas para enfrentar la migración ilegal. Entre tú y yo, ya era hora. Por años, hemos permitido que el desorden migratorio se convirtiera en una carga insoportable para la salud, la educación, la seguridad y la economía nacional. Esta decisión no es solo un paso firme: es un llamado de urgencia a defender nuestra soberanía. La incorporación de más soldados, la ampliación del muro fronterizo y el reforzamiento del control migratorio son medidas necesarias. Pero lo más estratégico —y quizás lo más valiente— es endurecer las sanciones contra quienes facilitan la permanencia ilegal: empleadores, propietarios e intermediarios. La ilegalidad no se sostiene sola; necesita cómplices, y muchos han estado operando impunemente, incluso dentro del Estado.
La creación de una Procuraduría Especializada en Asuntos Migratorios y de un Observatorio Ciudadano son pasos importantes. Pero deben tener dientes. Ya no basta con crear oficinas: hay que dotarlas de presupuesto, personal capacitado, independencia operativa y resultados medibles. Este país está cansado de estructuras vacías y promesas sin ejecución.
Además, se ha designado al doctor Milton Ray Guevara para coordinar una comisión que revisará la normativa migratoria vigente, y al veterano periodista don Miguel Franjul para liderar el Observatorio Ciudadano que dará seguimiento a la implementación de estas políticas. Ambos son nombres con trayectoria, y su participación puede aportar legitimidad y dirección. Pero como todo en este país: dependerá de que se les dé respaldo real, no solo un nombramiento simbólico.
Y hablemos sin rodeos: el 35 % de los partos en hospitales públicos son de madres haitianas. No es un dato para debatir en términos ideológicos, sino en términos presupuestarios. ¿Cuántos millones del presupuesto público se están destinando a una migración que escapa del control institucional? El nuevo protocolo en los hospitales —exigir identificación, carta de trabajo y domicilio— no es discriminación: es orden administrativo, como lo aplican muchos países.
Entre tú y yo, estas medidas llegan en buen momento. Pero no bastan los anuncios. La población quiere resultados. Y esta vez, el margen de error es cero. Porque si no controlamos la frontera, otro país —con otras reglas y otra realidad— terminará imponiéndose sobre la nuestra.
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