El 20 de octubre de 1961 niños dominicanos escenificaron en la Ciudad Colonial un combate contra el gobierno por la autonomía y fuero para la Universidad de Santo Domingo, una conquista política cuya importancia desconocían pero que les dijeron a los familiares de Rafael Trujillo que la lucha por la libertad no se detendría.
Habían trascurrido solo cinco meses que el dictador fuera abatido a tiros y sus descendientes soñaban con heredarlo. Su hijo mayor ejercía el poder por encima del presidente títere, Joaquín Balaguer, pero el pueblo no abandonaba las calles ejerciendo presión para que se marcharan Balaguer y los Trujillo.
Los jóvenes nos pasábamos los días en pedreas contra los agentes de la policía política, “los calieses”, a los que ya les habían dado un susto en calle José Gabriel García y que resultó ser el primer desafío directo contra esos asesinos. El 18 de octubre lo dormí en el Palacio de la Policía porque me atraparon en la calle el Conde en una movilización y me despacharon en la mañana por ser menor de edad, pero en la prima noche del día 19 ya estaba tirándole piedras a las patrullas desde la azotea de la esquina Nouel con Espaillat.
El día de la gran rebeldía fue un viernes y desde la mañana Ciudad Nueva estaba agitada, en las calles acarreábamos piedras y convertíamos en proyectiles los fragmentos de las tapas de los contadores de agua. Era un jubiloso hervidero de jóvenes que pedíamos la salida de los Trujillo y autonomía para la Universidad. Al paso de las horas por disposición del Balaguer los “poliguardias” acamparon en el Cuartel de Bomberos en la avenida Mella y Palo Hincado desde allí avanzaron y en horas de la tarde se entabló el combate.
La tropa juvenil lanzaba piedras y tapas de contadores contra los disparos de los guardias vestidos de policías. Los militares avanzaban por las calles valiéndose de un superior volumen de fuego y usaban las escaleras de los bomberos para subir a los techos de las casas y desde allí lanzaban a las calles sus prisioneros, aunque estuvieran heridos, incluso se apostaron en el hospital Padre Billini y lo convirtieron en un parapeto contra los rebeldes. La escaramuza del día anterior me permitió conocer el terreno y escapé saltando techos hasta las oficinas del Circuito Teatral Apolo desde donde uno de sus ejecutivos tuvo la valentía de llevarme en su carro hasta mi casa.
No se supo la cantidad de heridos, muertos y prisioneros que dejó el enfrentamiento porque aún los medios estaban bajo control gubernamental, pero fue inolvidable el discurso que esa noche pronunció Balaguer elogiando a la policía, mientras yo estaba en el velatorio de un compañero que vivía en la calle Arzobispo Nouel
La confrontación entre estudiantes y el gobierno continuó incluso después que los Trujillo fueron obligados a desalojar el país. Los remanentes del trujillismo se robaron metales y dinero, pero no pudieron cargar con las propiedades que el dictador había acumulado a sangre y fuego.
La pelea de la calle Espaillat facilitó la autonomía para la UASD promulgada en diciembre y fue un entrenamiento para cientos de jóvenes en la lucha callejera por las libertades que tendría un escenario de mayor dimensión en Abril de 1965.