Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio
En los últimos años hemos visto cómo el permisivismo ha ido tomando terreno, como si todo diera igual y como si “nada fuera nada”. Esta mentalidad, que confunde libertad con ausencia de límites, está debilitando nuestra capacidad de discernir entre el bien y el mal. Es cierto que cada persona es libre, pero esa libertad debe vivirse con responsabilidad, orientada a la construcción de una sociedad justa y humana. No podemos permitir que la indiferencia o el relativismo moral nos alejen del compromiso con la verdad. Elegir el bien, aunque a veces cueste, es el acto más alto de libertad y el camino más seguro capaz de convertir nuestro entorno. Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.