Muchos seguidores del alcalde electo neoyorquino, Zohran Mamdani, esperaban que él vistiera un chaleco explosivo en la Oficina Oval, para detonarlo junto al presidente Donald Trump.
Los “mamdanistas” quedaron desconcertados, su mesías no insultó, ni escupió a Trump, y anunció que “trabajarán juntos”, por Nueva York.
Los mamdanistas enloquecieron cuando su líder admitió que muchos votantes suyos habían sufragado por Trump; ambos capitalizaron el mismo descontento popular. Claramente, Mamdani abandonó la retórica poética electoral, llegó al pragmatismo gubernamental. Gobernar Nueva York requiere armonizar con Trump, un influyente empresario inmobiliario y presidente estadounidense.
Trump tiene muchísimas inversiones en la ciudad, si colapsa, sufrirá pérdidas alucinantes. Su fortuna depende del futuro político de Mamdani, su relación es absolutamente interdependiente.
Vienen de Queens; uno tiene el aire, el otro los pulmones; su dinámica encarna la pragmática ley de “unidad y lucha de contrarios” de las enseñanzas marxianas.