Jesús no es propiedad ni exclusividad de los cristianos. No pertenece a una religión u otra. Tampoco es propiedad de los buenos, es de todos. Jesús es patrimonio de la humanidad.
Los días previos al 24 de diciembre de cada año, que la Iglesia católica denomina Adviento, constituyen una estupenda oportunidad para que los cristianos y los hombres y las mujeres de buena voluntad asumamos una actitud de compromiso con nosotros mismos, con la familia, con la Iglesia y con la sociedad en general preparando el nacimiento de Jesús.
La decisión de preparar el nacimiento del hijo de Dios, en la humildad de nuestra condición humana, se ve asediada por múltiples realidades y propuestas del mundo consumista que banalizan la conmemoración del evento histórico más grande de la historia de la humanidad. Para buen número de personas la gran preocupación se reduce, simplemente, a regalar cosas materiales a los seres queridos. Envueltos en tal obsesión privan del mejor regalo que se puede obsequiar a quienes nos quieren bien y a los demás: darse a sí mismo, manifestar el amor, la acogida, la cercanía, la valoración, la escucha y el respeto.
Es la oportunidad para que todos (niños, adultos, jóvenes, viejos, ricos, pobres, migrantes y nacionales), prefiramos vivir en la luz, en la verdad y dejar a un lado la indiferencia, el rencor, la rivalidad; pero, sobre todo, el interés de querer suplir el amor con regalos materiales. El desafío consiste en ofrecer en estos días más luz y más verdad, en la propia vida y en la de los demás para juntos celebrar la Navidad.
Es tiempo para llevar luz a esos lugares, familias y grupos sociales donde se violan los derechos humanos, se ridiculiza al migrante, se golpea a la mujer, se abusa del al niño, donde puede más la influencia o las mentiras. Donde se generan las más grandes contradicciones de la vida. Antonio Pagola dice al respecto: “Al niño se le mima, se le manipula, se le golpea y se le besa. Se le obliga a comer y se le manda callar. No se le escucha; se le amenaza, se le intenta programar para que diga y haga lo que queremos los mayores. Frecuentemente, se le agobia con libros, estudios y deberes. Se le restringe su tiempo de juego y de fantasía. Se ahoga su creatividad y se le exige comportarse como adulto”.
Les propongo algunas acciones para vivir el Adviento y la Navidad todo el año. Practicar el silencio. Según el profeta Elías Dios está en el silencio; comencemos eliminando ruidos innecesarios para guardar silencio.
Hay que desconectarse de toda contaminación sónica. Encontrar más tiempo para orar. Existen muchas formas para hacerlo: la Liturgia de las horas, la Eucaristía, el examen de conciencia y el rosario. Servir a los más pobres, es la oportunidad para “descubrir a Jesús en el disfraz angustioso de los pobres”.