El ex presidente Jimmy Carter, de 98 años de edad, sorprendió a su país hace días al revelar que no seguirá recibiendo tratamientos hospitalarios, sino paliativos que le evitarán un mayor cansancio y un agravamiento de su estado de salud derivado de enfermedades ligadas al cáncer y por su avanzada edad.
Carter ha recibido el apoyo moral y las oraciones de toda la nación. Con un pie en el sepulcro, el viejo pastor está listo para ir a los brazos del Señor por el cual trabajó la mayor parte de su vida. Muchos norteamericanos ven con compasión sus días finales y recuerdan cómo fue desconsiderado por los políticos.
Me tocó vivir en Washington, DC, en mi condición de consejero y cónsul general de la República Dominicana durante parte del desempeño del pastor bautista. Él tomó posesión de la Presidencia el 20 de enero de 1977 y entregó el 20 de enero de 1981. Yo llegué a la embajada en enero de 1979 y salí en junio de 1982.
Los primeros dos años del régimen de Carter fueron apacibles; la economía estaba en bonanza y él se ocupó de impulsar la democracia interna y externamente, como lo hizo para el bien de la República Dominicana que había elegido en 1978 al presidente Antonio Guzmán, en comicios libres que su país muy pronto reconoció, pero cuyos resultados fueron saboteados.
En lo interno fue un gobernante moralmente inobjetable. Su compañero de fórmula fue Walter Mondale, discípulo del gran vicepresidente Hubert Humphrey, de quien heredó la impronta de luchar por los derechos de los trabajadores. En 1984 encabezó la candidatura presidencial del Partido Demócrata y perdió frente a Ronald Reagan. Fue cándido al insistir en la campaña en subir los impuestos a los ricos.
Era un desconocido
Carter era un desconocido cuando lanzó su campaña electoral en 1976 para los comicios del siguiente año, mientras la clase política estaba en declive y el Partido Demócrata sin brújula. Carter, nativo de una pequeña ciudad campesina llamada Plains, en Georgia, tuvo que escribir un libro para explicar quién era.
Carter no fue comprendido por los políticos en su momento. Él defendía a los negros y los derechos de las mujeres. Mucho después de la rebelión del hotel Stonwell, que se cree dio inicio al movimiento gay, en 1969 en New York, no rechazó a nadie en su campaña por su condición sexual. Luego, en la Casa Blanca invitó a un famoso intelectual afroamericano gay a una recepción de gala. La tarjeta decía: señor “X” y acompañante.
Ahora que está en cama de muerte, intelectuales y periodistas de su era recuerdan que Carter impulsó los tratados que devolvieron a Panamá su canal, avanzó los acuerdos de paz entre Egipto e Israel, que se firmaron en Camp David, Maryland; aprobó el acuerdo SALT II, sobre control de armas y normalizó las relaciones con China Popular. Por el acuerdo de Camp David, Carter ganó el Premio Nóbel de la Paz.
Al líder reformista chino Deng Xiaoping lo vi ingresar en la mansión de huéspedes distinguidos Blair House, en la vecindad de la Casa Blanca en el invierno de 1979, mientras me encaminaba a almorzar en el vecindario. Deng gobernó desde 1978 hasta el final de sus días en 1997. Su época se caracterizó por la modernización de la tierra, la fortaleza del ejército del pueblo, el impulso a la ciencia y la tecnología y el comercio con Estados Unidos.
Asalto a embajada
Carter tuvo una “papa caliente” que fue el derrocamiento de Mohammad Reza Pahlavi, el Sha de Irán, quien fue depuesto por un movimiento popular el 16 de enero de 1979. Un paria que andaba buscando la medicina norteamericana para curar el cáncer que le afectaba, rechazado por el mundo tras su huida de Teherán, le vino a causar un gran problema al gobernante norteamericano.
Carter no quería un asilado tan desagradable. Siempre se dijo que Henry Kissinger, David Rockefeller y Zbigniew Brezinsky, que era consejero presidencial, habían presionado para que se le otorgara al Sha un visado humanitario. Lo que siguió a la concesión del asilo fue el asalto por parte de los estudiantes a la embajada de los Estados Unidos en Teherán, que duró 444 días, en medio de la campaña electoral.
Traidor, como suelen ser muchos políticos, también se dijo que el candidato republicano, Ronald Reagan, había mandado un emisario secreto a Madrid, España, para reunirse con consejeros del Ayatola Jomeini, líder de la revolución y transmitir el mensaje de que lo conveniente para las dos partes era demorar lo más posible la desocupación de la embajada, lo que hubiese impedido la reelección del presidente Carter, como en efecto ocurrió.
Por mi mediano rango diplomático, al presidente Carter nunca lo vi de cerca, excepto en dos ocasiones en que visité un restaurante de la avenida Connecticut, cerca del Dupont Circle y la embajada dominicana. La única notación de que el presidente estaba cenando allí eran la limousine negra de la Presidencia y un carro escolta del Servicio Secreto. Pero el restaurante estaba abierto al público.
Carter se preocupó de la política exterior y después de las elecciones que ganó Don Antonio Guzmán en 1978, hizo presión para que los militares partidarios del presidente en ejercicio, Joaquín Balaguer, no frustraran ese triunfo, como se proponían. Siempre se atribuyó la decisión del presidente Carter en favor de la democracia dominicana que Guzmán pudiera tomar el poder.
Luego Carter visitó varias veces la República Dominicana en su condición de ex presidente y director del Centro Carter que fundó para llevar ayuda a los países más pobres como la RD, Haití y otras naciones africanas. Enfundado en overol de color caqui, trabajaba como si fuera joven para construir casas a los pobres. Dejó de participar en política activa, pero tuvo un gesto de nobleza con el presidente Biden.
Biden lo había invitado a su toma de posesión hace dos años, pero Carter ya estaba frágil para someterse a un viaje en avión a Washington,DC, y a las formalidades del protocolo. Conociendo esa situación, el presidente voló a Plains para agradecer al anciano presidente y a su esposa Rosalynn. La prensa recordó que Biden fue el primer senador que endosó la postulación del ahora anciano líder en 1996.