Uno de mis sobrinos fue una niña de acuerdo con las sonografías por casi nueve meses.
Era tan niña que todos sus atuendos fueron comprados femeninos y se eligió un nombre que combinara con su sexo.
Todo cambió cuando en la última sonografía se determinó que había un error, el tamaño de sus testículos tapaba su pene.
Eso fue hace casi 19 años.
Digamos que es normal que una sonografía o un sonografista se equivoque en un diagnóstico como ese, pero cómo justificar o hacer entender en medio de especulaciones, robos de bebés de hospitales y un Servicio Nacional de Salud ineficiente y carente de comunicación clara y efectiva, que dos bebés eran solo uno.
Cómo se le comunica a María Esther Sánchez, su esposo y al país que ninguna sonografía fue correcta.
Si existía alguna explicación, que permitiera entender tantos errores humanos, ya pasó el tiempo de darla,
La especulación volvió a ganar y solo la joven madre con su ilusión desgarrada pagará por el daño.