La tristeza no solo embarga a los católicos sino a protestantes y a otras religiones. La muerte ayer a los 88 años de Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, deja un vacío en el Vaticano pero también un legado profundo de autenticidad, humildad, integridad y compromiso con los más desfavorecidos.
En sus 12 años de atípico pontificado, Francisco se destacó como un líder visionario que trascendió las fronteras de la fe, convirtiéndose en un símbolo global de paz y justicia social. Su incansable defensa de los pobres y su llamado a proteger el medio ambiente resonaron en todo el mundo.
Pese a que nunca nos visitó, Francisco cultivó una relación muy cercana con República Dominicana marcada por un genuino interés en los temas sociales y pastorales. Sus encuentros con importantes líderes dominicanos, incluidos el presidente Luis Abinader y la vicepresidenta Raquel Peña, fueron momentos de reflexión sobre la paz y el bienestar. Una de las últimas declaraciones del Papa fue de solidaridad y apoyo ante la tragedia de la discoteca Jet Set.
A través de su ejemplo de vida y de sus acciones, Francisco demostró que el verdadero liderazgo no reside en el poder o la posición, sino en el servicio desinteresado y la búsqueda constante de la justicia y la paz.
En este momento de duelo nacional, recordamos al líder católico no solo como religioso, sino como un defensor incansable de esos valores universales que unen a la humanidad en la búsqueda de un futuro más justo y sostenible. Su partida es una pena pero también una inspiración para continuar su obra de construir un mundo mejor para todos.
Que su memoria perdure como un recordatorio de que, con humildad y determinación, podemos transformar nuestras sociedades y hacer de la tierra un lugar más justo y compasivo.