La biotecnología ha cambiado el mundo. Hoy, es clave en sectores como la salud, la agricultura y la sostenibilidad ambiental. En muchos países, este conocimiento ha impulsado la creación de startups, es decir, pequeñas empresas innovadoras que transforman industrias y generan empleos. Sin embargo, en República Dominicana, aunque contamos con profesionales capacitados, no hemos logrado conectar la biotecnología con el emprendimiento.
A nivel global, la biotecnología está entre las carreras mejor pagadas y más demandadas para 2025. En países como Estados Unidos y España, los biotecnólogos están detrás de empresas que producen medicamentos, biofertilizantes y materiales sostenibles. Aquí, en cambio, los profesionales del sector enfrentan salarios bajos y pocas oportunidades de emprendimiento. Entonces, la pregunta es: si tenemos el conocimiento, ¿qué nos falta para aprovecharlo?
Crear una startup en biotecnología requiere más que una idea. Se necesita ciencia, experimentación y validación, procesos que requieren laboratorios y equipos especializados. Un biotecnólogo puede desarrollar un biofertilizante que aumente la productividad agrícola, un material biodegradable para reducir la contaminación o una prueba rápida para detectar enfermedades. Pero sin las condiciones adecuadas, estas ideas se quedan en el papel.
En la República Dominicana, tenemos programas académicos de biotecnología, pero no un ecosistema que facilite el paso de la teoría a la práctica. Muchas investigaciones terminan en una tesis, en vez de convertirse en productos innovadores.
¿Qué impide que en el país surjan startups en este sector? Hay varios obstáculos claros:
Falta de financiamiento: la biotecnología necesita inversiones iniciales altas, y en el país no hay suficientes fondos específicos para este tipo de emprendimiento; poca conexión entre academia e industria: universidades e investigadores generan conocimiento, pero este, rara vez llega a las empresas o al mercado; regulación compleja: certificar y comercializar un producto biotecnológico es un proceso largo y burocrático, lo que desalienta a los emprendedores y escasez de espacios de incubación: no existen suficientes laboratorios abiertos a emprendedores ni programas especializados que apoyen startups biotecnológicas. Si queremos que la biotecnología contribuya al desarrollo del país, necesitamos tomar acciones concretas, como, por ejemplo: conectar la investigación con el sector productivo, creando espacios donde científicos y empresarios trabajen juntos en la generación de soluciones; incentivar la creación de spin-offs académicas, permitiendo que las universidades participen en el desarrollo de startups a partir de sus investigaciones; facilitar acceso a capital semilla y financiamiento especializado, para que los emprendedores biotecnológicos tengan el respaldo necesario y simplificar el marco regulatorio, agilizando procesos de certificación sin comprometer la seguridad y calidad de los productos.
El talento y el conocimiento existen en el país. Lo que falta es el entorno adecuado para que las ideas de nuestros biotecnólogos se conviertan en soluciones reales para la economía y la sociedad.
El mundo ya está cambiando gracias a la biotecnología. La pregunta es: ¿aprovecharemos esta oportunidad o nos quedaremos rezagados?