Un sistema que no convence
En la República Dominicana, hablar de justicia es abrir una caja de Pandora. La ciudadanía percibe que las leyes se aplican con un doble rasero: con todo el peso para el débil y con guantes de seda para el poderoso. El resultado es un sistema judicial que, aunque cuenta con marcos legales robustos, falla en su aplicación equitativa.
Casos emblemáticos que generan dudas
Procesos como Antipulpo, Medusa, Coral o Coral 5G han acaparado titulares, pero los avances judiciales son lentos y las sentencias firmes escasas. El caso de Alexis Medina, condenado a 7 años de prisión y al pago de 150 salarios mínimos, se suma a la lista de procesos que generan debates sobre la proporcionalidad de las penas frente a la magnitud de los delitos. Informes de Participación Ciudadana alertan que muchos de estos expedientes llevan años sin resolverse plenamente, alimentando la percepción de impunidad.
Percepción y realidad
Según Latinobarómetro 2024, la confianza en el Poder Judicial en el país es de apenas 40 %, por encima del promedio regional del 28 %, pero aún insuficiente para generar credibilidad. La misma encuesta revela que un 66 % cree que las instituciones trabajan en beneficio de grupos privilegiados. Aunque la confianza general en el gobierno alcanza un 52 %, el escepticismo hacia la imparcialidad de la justicia sigue siendo alto.
La justicia como pilar de la democracia
Joaquín Balaguer afirmaba que “la justicia no es solo un conjunto de leyes, sino la garantía de que todos somos iguales ante ellas”. Sin embargo, esa igualdad parece lejana cuando el acceso a buenos abogados o influencias políticas puede cambiar el destino de un proceso. Esta realidad erosiona la democracia, porque donde no hay justicia efectiva, la ciudadanía pierde fe en las instituciones y se abre espacio para el desorden y la corrupción.
Un problema que trasciende gobiernos
La crisis de confianza en la justicia no es patrimonio de una gestión en particular. Es un problema estructural que se arrastra desde hace décadas, en el que la falta de sanciones ejemplares y la dilación de los procesos judiciales refuerzan la percepción de que en el país hay dos tipos de justicia: una para los que pueden pagarla y otra para los que no.
¿Qué necesitamos?
Reformas profundas que aseguren independencia judicial, eficiencia en los procesos y sanciones proporcionales a los delitos cometidos. Esto incluye fortalecer el Ministerio Público, invertir en tecnología para agilizar expedientes, reducir la mora judicial y garantizar que ningún caso sea intocable por razones políticas o económicas. La transparencia en las sentencias y la rendición de cuentas de jueces y fiscales son también pasos esenciales para recuperar la confianza ciudadana.
Reflexión final
El marqués de Sade decía que “la justicia es una tela de araña: atrapa a los débiles y deja pasar a los fuertes”. Nuestra meta como sociedad debe ser romper esa metáfora y construir un sistema que funcione igual para todos, sin importar el apellido, el cargo o la cuenta bancaria. Si no lo hacemos, seguiremos preguntándonos, con razón y con resignación: ¿Tenemos justicia?