Este periódico que alberga nuestra columna ha hecho un llamado responsable y valiente para que el país adopte un Pacto de Nación que nos lleve hacia un mejor camino, en momentos en los que no parecemos tener un rumbo cierto y preciso en muchos temas importantes para la sociedad dominicana. El llamado que hace el Listín Diario no es casual, ha sido parte de su línea editorial reciente, al igual como lo ha hecho en otras ocasiones en las que se ha necesitado de voces autorizadas para llamar a las organizaciones políticas, económicas y sociales, al diálogo fructífero.
No se puede olvidar la advertencia que hizo don Rafael Herrera en uno de sus editoriales citado en el libro editado al cumplirse 120 años de la fundación del Listín Diario, en el que decía que “los hombres desorientados no buscan soluciones, buscan culpables”. Así parece sentirse la sociedad dominicana hoy en día, buscando culpables de las situaciones que enfrentamos, sin que prime el deseo de encontrar soluciones pactadas, acuerdos comunes, espacios de convergencia de las ideas que sirvan para el avance del país, más allá de los resquemores políticos. Esto lo previmos a inicios del cuatrienio pasado y sugerimos un encuentro del alto liderazgo por el futuro del país, pero el maestro no llega hasta que el estudiante no está listo.
Por eso es tan importante el llamado del Listín Diario y su director, Miguel Franjul, cuando habla de un movimiento de concordia mediante la articulación de un pacto nacional que trascienda las diferencias ideológicas y sectoriales. En un mundo de creciente polarización y desafíos que amenazan la cohesión social, es imperativo que los líderes políticos, empresariales, laborales y sociales de la República Dominicana seamos capaces de articular un Pacto de Nación para restablecer la armonía en nuestra sociedad y enfrentar conjuntamente los retos que nos aquejan.
La historia recoge ejemplos que sirven de referencia. Los Pactos de la Moncloa firmado en España en 1977 son un referente de diálogo y colaboración entre diversas fuerzas políticas y sociales para una convivencia democrática sólida. Pero no hay que ir muy lejos. El Pacto por la Democracia de 1994, auspiciado por líderes ya extintos, pero que contó con la participación estelar de algunos de nuestros líderes de hoy, también es un referente de cómo el diálogo permitió al país transitar hacia la democracia y enfrentar una crisis electoral y política en ciernes mediante reformas consensuadas.
Nadie duda que enfrentamos desafíos que requieren una respuesta unificada y decidida. Sin embargo, el diálogo comienza con la sinceridad de las partes y ahí está el gran reto para los actores políticos. Un diálogo constructivo que aborde nuestros problemas con responsabilidad y visión de futuro solo será posible en la medida en que los líderes deponen actitudes personales e individuales y generan espacios de confianza productivos
Todo pacto debe basarse en principios fundamentales como la transparencia, la justicia social, el respeto a los derechos humanos y la promoción del bien común. Debe incluir compromisos claros y medibles, con mecanismos de seguimiento y rendición de cuentas que garanticen su cumplimiento. Solo a través de la unidad y el consenso podremos construir un país más justo y próspero para las generaciones venideras.