Al caer el funesto régimen del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, sonaron las campanas de la libertad eligiendo un sistema democrático que respetara el orden institucional, los derechos civiles y sobre todo, la justicia como soporte de la equidad social y el camino donde los derechos humanos se afianzaran en el ideal reivindicador de que el pueblo estuviera por encima de los intereses sectoriales, y de ese modo, lograr el ideal democrático sustentado por el clamor de “primero la gente”. La historia ha sido otra, el pan de la enseñanza no ha llegado a las mayorías como instrumento de crecimiento social para juzgar selectivamente a sus gobernantes. Hemos visto la caída de los ideales y el surgimiento de un sistema de partidos carente de vocación de servir, sino de servirse, cual compañía por acciones en defensa de los intereses pecuniarios de una minoría avasallante. La llamada gobernabilidad no se fomenta en la base de la igualdad social, se sustenta en el tráfico de influencias compartidas y en connivencia en el desfalco del erario público y la destrucción del patrimonio nacional. El libro del médico psiquiatra y criminólogo José Ingenieros, titulado “El Hombre Mediocre”, es una crítica a las políticas deshonestas de los gobiernos que invitan a las personas públicas y privadas a cometer ilícitos sin consecuencias judiciales. Esa práctica que hoy se enarbola en el liderazgo actual, es sin duda la esencia de la vulnerada democracia que hoy deja de lado los principios que sustentan su accionar, como el mejor sistema forjado por y para el pueblo.
Una democracia vulnerada
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