El asunto no tiene que ver con “amar en los tiempos del cólera”, como cuenta la novela de García Márquez, sino de gobernar en tiempos de la sociedad de la información y el reinado de unas redes sociales convertidas en actores fundamentales de la vida pública, el coliseo romano donde se enfrentan las opiniones, las verdades, y sobre todo las mentiras, excesos y exageraciones, los bulos y los discursos, en fin, la narrativa de cada quien.
Muy mal anda una sociedad donde la verdad ha dejado de ser importante, donde puedes mentir deliberadamente, sabiendo que mientes sin importar ser desmentido por la realidad, pues resulta que en el presente el sentimiento ha vencido al argumento. Bienvenidos a la posverdad.
La mentira tiene la capacidad de transformar la percepción que de la realidad tienen los ciudadanos que, por lo mismo, son cada vez más desconfiados de las instituciones de la democracia, incluidos especialmente, políticos y partidos. En tales escenarios, es cada día más difícil arribar a consensos y cumplirlos, los mandatos de la Estrategia Nacional de Desarrollo, por ejemplo.
Somos la sociedad de mentiras coronadas, con un Estado históricamente incapaz de aplicarse y aplicar las leyes a los ciudadanos que las infrinjan, el tránsito, por ejemplo, el Código laboral, por joder. No somos el rayo, somos la arrabalización institucional que no cesa ni cede.
En la sociedad de la información, el ciudadano no acude a los medios, redes y plataformas a buscar la verdad, sino a encontrar una que coincida con la suya. Por eso son tan difíciles los consensos, y es tan difícil gobernar, ya dije. Por eso existe una crisis global de la democracia liberal occidental, y un Donad Trump que se actúa como Emperador romano en tragos, un elefante borracho en una cristalería.
Vistos los hechos recientes en el plano local, (caso Jardín Botánico Nacional), parecería que en el gobierno sólo el presidente Abinader entiende el fenómeno y actúa en consecuencia; por eso su agenda interminable, por eso LA Semanal en vivo y en directo, por eso la accesibilidad, las llamadas de madrugada y por eso sus días de 36 horas.
En la sociedad de la información y el reinado de las redes no existe otra forma de gobernar, y sería fantástico que el gabinete de Gobierno completo (y no solo el Presidente Abinader) lo entendieran. Con permiso.